El pintor

Hay un grifo que gotea, al fondo. Gotas que caen. Gotas frías de sudor se deslizan también sobre mi piel caliente. El pequeño pintor me mira sin verme, midiéndome…me descuartiza con los ojos, creando formas cúbicas mentales que deforman mis curvas desnudeces.

Una mosca se posa en mi muslo. Odio las moscas, involuntariamente mi pierna se mueve para ahuyentarla.

-No, no te muevas- susurra furiosamente el artista, entre dientes, como si estuviéramos en una iglesia y no se pudiera alzar la voz.
-Lo siento-respondo yo en el mismo tono, respetando la sacralidad del momento.

No sabía que esto iba a ser así. No, no lo sabía, cuando hace unas noches me acercó en la calle ese hombre pequeñito, triste, insignificante.

-Guapo, ¿quieres compañía?
-No, sólo quiero pintarte.

Pensé inmediatamente en maquillaje, en algún extraño fetichismo de pintalabios y rimel.
-No hay problema, si pagas.
-Sí, claro. Si me vales.
-Cariño, soy mercancía de primera, ya verás, te vas a divertir…soy chocolate caliente, te gustará.

Subimos a su pequeño apartamento, sobre una verdulería. Las escaleras olían a frescor, a sandía recién abierta y tierra mojada. Cerró la puerta y sin tocarme, me ordenó “desnúdate”. No vi razón para no hacerlo. A mi pequeño cliente le gustaba ir al grano. Me quedé desnuda enseguida, a tirones, dejando caer la poca ropa que llevaba puesta al suelo. Me dejé puestas las sandalias plateadas.

-Los zapatos también.

No, no era de esos fetichistas. Me miró de cerca, luego desde dos pasos atrás. Dio la vuelta a mi alrededor, buscando yo no sé qué, aún sin tocarme. Me impacienté, mi tiempo es dinero.

-¿Qué? ¿Te sirvo?
-Tal vez. Creo que sí, me sirves.

Me tomó del brazo. Delicada, firmemente, me condujo a un sillón cubierto de telas rojas y negras.

-Quieta, yo te coloco.

Y dispuso mi cuerpo, mis brazos, mis piernas, abiertas, mis manos, mi cabeza…apenas sin tocar, con roces como de patas de insecto. Me estremecí. Me miró a los ojos. “No muevas ni un músculo. Tranquila, te pagaré”

Y no me tocó más. Sacó unos pinceles de su estuche, y empezó a atacar con rabia un lienzo que tenía en un rincón del cuarto. Aquel día me pagó, la tarifa habitual. Luego acordamos un precio justo.

Y así seguimos, tarde tras tarde. El pequeño pintor me coloca en el sillón, y se pone a trabajar en silencio. Mientras, mi mente divaga, navega…Pero, una tarde, mientras lo miro…comienzo a notar sus ojos cada vez más oscuros, más intensos…puedo sentir el lametazo de ese pincel suave y furioso, esa extensión de la mano del pintor, sobre mi piel, toda su pasión en mí, marcando mis contornos, dibujando mis formas, entrando en mis pliegues, agudizando mis sombras, sus pinceladas cada vez más y más enérgicas, el aliento entrecortado, los ojos brillantes, la pintura cada vez más resbaladiza en mi cuerpo sudoroso. Al fondo, el grifo que gotea, marcando el tiempo que pasa. Las gotas de mi sudor se deslizan sin tregua...

Pero no soy el lienzo. El pequeño pintor no me tocó nunca. Tampoco hoy.

-Puedes vestirte, gracias.

Me despierto, como de un sueño. Me resulta difícil moverme de nuevo. No quiero moverme de nuevo, no quiero salir de mi fantasía, no ahora.

-¿Ya está?
-Ya. ¿Quieres verlo?
-No, ¿para qué?. No entiendo un carajo de pintura.

Me despide con una media sonrisa, y un sobre con el dinero por mi trabajo.

Vuelvo a mi cuarto alquilado. Hoy no trabajo más, no hay ganas. Me tumbo, mirando al techo, y mi mente empieza a vagar….Ese pequeño pintor…el único hombre que ha pasado sobre mi piel desnuda sin tocarla. El que ha devuelto por un momento la ilusión del deseo a esta puta vieja y amargada.

Era agua estancada, negra y podrida. Ahora soy un grifo que gotea, gotea, gotea.



7 comentarios:

Isa Pe dijo...

A ver si dejo de rescatar viejas glorias y os pongo alguna cosa nueva un día de estos. O al menos voy por ahí a leer y comentar como en los buenos tiempos. Paciencia. Un par de semanitas nada más, espero.

Laetitia dijo...

Yo no sé si será esto una vieja gloria, pero me ha encantado. Me ha recordado algo que Jose en su momento (cuando íbamos a la uni) escribió y llamó Historias Corrosivas. Besos
Leti
Por cierto, me voy a Praga el domingo...
hablamos a la vuelta

Anónimo dijo...

Brillante... puede quedar más memoria en la piel del paso de los ojos que del de las manos...

Divagando dijo...

La puta vieja y amargada se recuerda después de mucho tiempo. La vida es lo que tiene. Un beso guapetona.

Isa Pe dijo...

Leticia: buen viaje, cariño (ya sabes que la envidia me corroe, ¿no?)
Hasta la vuelta. Pásalo genial.

Webjinni: La piel no piensa, pero recuerda, incluso los vacíos, incluso las miradas, que pueden quemar más que el contacto mismo.

Diva: la vida...ay, la vida. No, aquí no me voy a enrollar,ya lo he hecho en otro sitio. Besazos.

Anónimo dijo...

Muy bueno. Excelente.

Isa Pe dijo...

Del Toro: si satisface tu finísimo gusto, me doy por mucho más que satisfecha.