Nada, apenas nada
para la mano
que detiene la caída
del pétalo de sol y tela de araña,
de la cáscara de nieve,
fría e invisible,
sobre la piel cerrada.
Nada, sólo esa nota
simple,
apenas sostenida,
posada sobre el silencio
con finas patas,
insectos de aguja, que danzan
sobre pálidos discos de hielo:
música blanca.
Nada, la seda cruda de unas palabras
deslizándose,
resbalando sobre las lenguas,
exquisitas
en su calidad de pluma
perdida en vuelo, imaginaria.
El tul semitransparente y esquivo
de la bruma,
de su sombra
blanca
sobre la tierra:
sólo un suspiro del agua.
Nada, brevedad, caricia,
susurro transparente, esbozo,
fragilidad, apariencia, reposo,
ingravidez ilusoria…
Levedad: es lo que somos.
Apenas nada
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