Casandra

Casandra predijo
que los actores serían reyes
hace ya mucho tiempo.

Todos se rieron,
nadie la creyó,
era dificil hacer otra cosa, entonces...

Pero Casandra
predijo también que los pájaros
volverían a emigrar al desierto,
que la vida estallaría
que las gentes moririan
de placer discutiendo esas visiones
incomprensibles,
y Casandra
escuchó gritos de furia,
mientras corría con el pelo revuelto
y el bolso golpeándole la espalda.

Casandra sabía
de las mareas de hombres de lenguas arqueadas
que invadirían el territorio,
de los números recurrentes y repetitivos
de la caída de las altas casas
del movimiento de la tierra
bajo los pies,
¡pobre Casandra!

Tanto sabía, sin poder evitarlo,
tanto ocultaba.



colada de versos

Oculta en medio del caos,
de las avalanchas de palabras
que surgen a borbotones,
que me rodean, incesantes

hay

una

planicie

desierta.

Línea recta extendida entre mis orejas.

Nada.

Sólo vacío, ni un sonido...

Si pudiera pensar...

Algo...

En algo...

Pararme aunque fuera un minuto,
un instante de ángulos recortados,
un segundo de de concavidad plumosa...

Encontraría, tal vez,
las eses de algún susurro,
las emes de algún murmullo,
las pes de palabras perdidas,
húmedas de sudor y lágrimas:

colada de trazos chorreantes
tendida a secar con pinzas de erres
de la cuerda fina y dura
de mi tirante inconsciencia.



Ni poética ni literaria




Que me disculpen los que vengan buscando entradas más o menos literarias en este blog: hoy no toca.

Y me niego, rotundamente, a crear otra bitácora sólo para momentos como éste, en los que me apetece simplemente colgar unas pocas impresiones personales. Demasiadas páginas tengo ya abiertas...

Hoy debo de estar sensible: todo me parece bonito. No, eso no es cierto. Sólo es que creo que me he negado a ver o retener lo feo, lo desagradable, lo triste. Hoy sólo me estoy dejando tocar por cosas que me parecen bellas, estimulantes. Un acto de defensa propia ante las paredes grises que amenazan con devorarme viva,cada día, en la oficina.

Hoy voy a ser literal, no literaria. A pesar de que el cielo esté nublado, tan gris como las paredes. Prefiero verlo sólo a medias.









He sonreído al ver tres gorrioncillos descarados, dándose un baño alegremente en un pequeño oasis de arena seca, como si fuera una laguna de aguas doradas, jugando con los picos, aleteando y salpicándose unos a otros. Me ha alegrado que pudieran aprovechar ese descuido que un camión de obras dejó en medio de la calle.

Me ha tocado la fibra un gatito diminuto, flacucho y gris, que andaba junto a los cubos de basura de un restaurante, jugando con un trocito de plástico, ensimismado en la persecución como si se tratara de una cacería en toda regla.

Los álamos de hoja plateada acariciaban suavemente a unos rígidos cipreses, junto al cementerio. Me he reído, pensando en otra cosa. Ya sabéis.

Una amapola solitaria se erguía con toda su dignidad y su rojo fuego en el centro de un cuadrado irregular de hierba verde...¡tan verde!. El rojo sobre el verde siempre me produce un aleteo en el espíritu que no puedo controlar, pero es una sensación demasiado agradable para rechazarla o combatirla. La he disfrutado, una vez más.

Me ha llegado el aviso de entrega de un muy esperado paquete. Mañana puede estar en mis manos. ¡Qué alegría!

La nevera, que ayer renqueaba, sigue funcionando aún a mi regreso, como una campeona. Así que he podido disfrutar de un buen trago de agua fría y sin sabor a grifo...sí, hay algún que otro placer mayor que ese, pero no tantos, no tantos...

He vuelto a un lugar a donde no iba hacía meses, y me han recibido con un saludo y una calurosa sonrisa. Ni siquiera creía que me recordaran, ya véis.

L y yo nos hemos descalzado en pleno pasillo para comparar nuestros pies. Sus uñas son más bonitas, pero mis pies son más finos. Ha sido divertido, sacar los dedos al aire y utilizar unos cuantos minutos para discutir algo tan poco fundamental...un gusto.

Me han lanzado un par de flores-palabras informáticas. Nada baboso, no me gusta lo baboso. Justo lo que necesitaba oír, justo a tiempo.

Me he encontrado con otra de esas coincidencias de pensamiento-realidad que de tanto en tanto me sacuden. Otra sonrisa inesperada. Casi me parecía ilegal, estar sonriendo tanto.

En definitiva, creo que las paredes grises hoy no han podido conmigo. Y en cuanto salga de la ducha, en un ratito, no quedará nada sobre mi piel del efecto nocivo de su presencia a mi alrededor.

Hoy ha sido un día repleto de hechos simples, y como en muchos de los días en los que puedo elegir agarrarme a lo simple, sin duda: he ganado yo. Sé que no puede durar, pero mi elección es que tampoco voy a pensar en eso. No ahora.

Y esto es lo que quería colgar en el blog esta tarde. Me he quitado los zapatos en mi propia casa y me he puesto cómoda un ratito a vuestra costa. Aunque no sea nada literario. Un día es un día.


No llevaba la cámara. Igualmente, soy horrible con ella, pero os dejo unas imágenes de otros días, de otros momentos igual de simples, igual de intensos para mí. Espero que alguna os guste.











Entregas a domicilio

Entregas a domicilio:
yo, contra reembolso
de dos palabras amables.

No soy un objeto valioso, me consta.

Me contento

con el pincel de una lengua,
con la caricia que pasa
suave, sobre mis ojos,
y cansada, suspira.



Concurso

Participo en un concurso
donde de premio hay tu risa.

No puedo ganar fácilmente.

Tendré que dejarme las uñas
clavadas al suelo, y marcar,
con suaves yemas desnudas,
hoyuelos en tus mejillas.



Calidoscopio (II)

Bueno, pues la gente de Calidoscopio ha pensado que un par de mis cosillas eran lo suficientemente aceptables para incluírlas en la edición de este mes "El mar". Y lo que me hace mucha ilusión, personalmente, también han puesto junto con mis textos una imagen original que hizo mi amigo Jörg, que es un artista genial. Por si queréis echar un ojo:



Calidoscopio


Como os dije en otra ocasión, hay cosas muy interesantes en esta revista digital, mucha gente de gran talento. Un placer estar ahí en medio. Os recomiendo leérosla enterita, no tiene desperdicio.

El corredor sin fondo (borrador)

Las vacaciones han sido muy intensas, tanto que no he traído muchas historias escritas, aunque sí en la cabeza. Os dejo un borradorcito,algo así como un principio de relato... ya iré poniendo más cosas.


Salí corriendo, porque no me apetecía morirme justo ese día. Los días 4 son poco elegantes, fechas insulsas; salvo para los americanos, claro.

A mis espaldas, estaba seguro, pendía la posibilidad de mi exterminio en vuelo. Mis pies se confundían con el polvo que levantaba al correr y deseé que la nube ocre cubriera mi rastro. Improbable, pero, así son la mayoría de los deseos ¿no?

Era extraña la velocidad de mi cerebro, mayor incluso que la de mis pies. Allí estaba yo, sin resuello y filosofando sobre la condición humana y el respeto debido a los pensamientos abstractos. Supongo que era la adrenalina. Tomé una nota mental, proponer al COI una “Filosompiada”: competiciones deportivas en las que se iba registrando a la vez el pensamiento del corredor-filósofo. Premio al vencedor y a la idea más innovadora y profunda. En lugar de laureles, podrían…

En fin, llegado este punto de fusión con el infinito, colocado mi cerebro por la droga más barata y definitiva, el pánico más extremo, tropecé. Era de esperar. Ni tiempo me dio a poner las manos, así que caí de cara, o más bien sobre mi mayor protuberancia facial, o sea de narices, contra el suelo polvoriento. Una esnifadita de caca de pájaro y tierra seca, un toque de lija en el cutis y allí quedé, tendido en el suelo como una alfombra grumosa.

Pensé, mientras mi perseguidor se acercaba a la carrera, que iba a ser difícil que aplazara mi ejecución al día 5, fecha numéricamente más gratificante.

Una sombra cayó sobre mí. Una sombra blanca y ominosa que me hablaba:

-De verdad, Juan Carlos. Mira que eres gilipollas a veces...

Con labios magullados , farfullé:

-No me cogerás vivo, so bruja

La enfermera suspiró.

- Venga, vamos, si es un pinchacito de nada. Y ya verás lo tranquilo que te quedas después.

"¿Pinchacito de nada?" Sólo pensarlo me hizo venir escalofríos. Y en un impulso desesperado me levanté, esquivé las manos que se abalanzaban hacia mí y salí corriendo de nuevo. Por desgracia, sin mirar hacia donde. Lo último que recuerdo es la voz de la bruja gritando, mi nombre enredado en un par de insultos y, por fin, el golpe de la jardinera contra mi espinilla. Luego todo es borroso, el cielo contra el suelo o al revés, y del final del incidente no me queda más que un color gris oscuro en la memoria.


Ser música

Ser música,

una nota más en el mar de notas,

una presencia anónima,
naufragando tu yo en la melodía.

Ser una voz
en un mar de voces que se elevan,
filamento de pluma en las alas del sonido

Ecos .
Repetidos sobre las cabezas,
golpeando en el cielo y bajando hasta los dedos
de los pies,
vibrantes.

El leve roce de una mano
en este momento,
daría al traste con la compostura.

Es mejor no tocarse, entonces,
dejar al cuerpo olvidado,
flotando en el sonido,
suspendido
entre
silencio
y
silencio,

Sí, es mejor no poder tocarse.
Es mejor ser música.








*Estaré unos días fuera, aunque os dejo la publicación en automático. Perdonad si no os respondo a los comentarios.

En defensa de la luz

En defensa de la luz
diré, que no quiso arrancar
las estrellas a las ramas
del árbol de la madrugada.

Sí, fue ella la que entró
igual que un ladrón, forzando
los ojos de tus persianas,
y allanó tu dormitorio
como un criminal, con rabia.

No la juzgues por su crimen, no:
yo hubiese querido imitarla
volar desde tu balcón,
planear sobre tu cara,
besar despacio tus ojos
y lamer tus telarañas.











*Estaré unos días fuera, aunque os dejo la publicación en automático. Perdonad si no os respondo a los comentarios.

Alegría

Ruedan esos cascabeles
de perlas garganta arriba
estallan de gozo en tus ojos
y reinan en tus mejillas.

Por saber que lo peor
no está a punto de ocurrir
la alegría te embargó:
ahora ya puedes reír.

Nada va mal, es decir
que los hados te acompañan:
mariposas de placer
se agitan en tus entrañas

Deja brincar ese muelle
que apretabas en tu vientre,
y que contagie con sus saltos
a todo el que te rodee.










*Estaré unos días fuera, aunque os dejo la publicación en automático. Perdonad si no os respondo a los comentarios.

Coincidencias

Letargo de magnitud 7
en la escala de Richter
trastocando la vida cotidiana
con su marea constante e invasiva,
batiendo y latiendo.

Reloj, que marcas las horas,
hasta que mi hora me llegue, y después,
aún más allá, hasta que llegue la tuya...
no detengas, no, tu terco camino.

Recovecos de paciencia
en las grietas de mi tedio.
Las lecturas del mundo son infinitas
y finitos son los acertijos
que lo que es real ofrece.

Se repiten los contactos
uno a uno aparecen de nuevo
destilando coincidencias
en las grietas de mi tiempo.

Aroma de algo conocido
que inunda de pronto lo ajeno
traduciéndolo en inquietudes
que me excitan el cerebro







*Estaré unos días fuera, aunque os dejo la publicación en automático. Perdonad si no os respondo a los comentarios.

El pintor

Hay un grifo que gotea, al fondo. Gotas que caen. Gotas frías de sudor se deslizan también sobre mi piel caliente. El pequeño pintor me mira sin verme, midiéndome…me descuartiza con los ojos, creando formas cúbicas mentales que deforman mis curvas desnudeces.

Una mosca se posa en mi muslo. Odio las moscas, involuntariamente mi pierna se mueve para ahuyentarla.

-No, no te muevas- susurra furiosamente el artista, entre dientes, como si estuviéramos en una iglesia y no se pudiera alzar la voz.
-Lo siento-respondo yo en el mismo tono, respetando la sacralidad del momento.

No sabía que esto iba a ser así. No, no lo sabía, cuando hace unas noches me acercó en la calle ese hombre pequeñito, triste, insignificante.

-Guapo, ¿quieres compañía?
-No, sólo quiero pintarte.

Pensé inmediatamente en maquillaje, en algún extraño fetichismo de pintalabios y rimel.
-No hay problema, si pagas.
-Sí, claro. Si me vales.
-Cariño, soy mercancía de primera, ya verás, te vas a divertir…soy chocolate caliente, te gustará.

Subimos a su pequeño apartamento, sobre una verdulería. Las escaleras olían a frescor, a sandía recién abierta y tierra mojada. Cerró la puerta y sin tocarme, me ordenó “desnúdate”. No vi razón para no hacerlo. A mi pequeño cliente le gustaba ir al grano. Me quedé desnuda enseguida, a tirones, dejando caer la poca ropa que llevaba puesta al suelo. Me dejé puestas las sandalias plateadas.

-Los zapatos también.

No, no era de esos fetichistas. Me miró de cerca, luego desde dos pasos atrás. Dio la vuelta a mi alrededor, buscando yo no sé qué, aún sin tocarme. Me impacienté, mi tiempo es dinero.

-¿Qué? ¿Te sirvo?
-Tal vez. Creo que sí, me sirves.

Me tomó del brazo. Delicada, firmemente, me condujo a un sillón cubierto de telas rojas y negras.

-Quieta, yo te coloco.

Y dispuso mi cuerpo, mis brazos, mis piernas, abiertas, mis manos, mi cabeza…apenas sin tocar, con roces como de patas de insecto. Me estremecí. Me miró a los ojos. “No muevas ni un músculo. Tranquila, te pagaré”

Y no me tocó más. Sacó unos pinceles de su estuche, y empezó a atacar con rabia un lienzo que tenía en un rincón del cuarto. Aquel día me pagó, la tarifa habitual. Luego acordamos un precio justo.

Y así seguimos, tarde tras tarde. El pequeño pintor me coloca en el sillón, y se pone a trabajar en silencio. Mientras, mi mente divaga, navega…Pero, una tarde, mientras lo miro…comienzo a notar sus ojos cada vez más oscuros, más intensos…puedo sentir el lametazo de ese pincel suave y furioso, esa extensión de la mano del pintor, sobre mi piel, toda su pasión en mí, marcando mis contornos, dibujando mis formas, entrando en mis pliegues, agudizando mis sombras, sus pinceladas cada vez más y más enérgicas, el aliento entrecortado, los ojos brillantes, la pintura cada vez más resbaladiza en mi cuerpo sudoroso. Al fondo, el grifo que gotea, marcando el tiempo que pasa. Las gotas de mi sudor se deslizan sin tregua...

Pero no soy el lienzo. El pequeño pintor no me tocó nunca. Tampoco hoy.

-Puedes vestirte, gracias.

Me despierto, como de un sueño. Me resulta difícil moverme de nuevo. No quiero moverme de nuevo, no quiero salir de mi fantasía, no ahora.

-¿Ya está?
-Ya. ¿Quieres verlo?
-No, ¿para qué?. No entiendo un carajo de pintura.

Me despide con una media sonrisa, y un sobre con el dinero por mi trabajo.

Vuelvo a mi cuarto alquilado. Hoy no trabajo más, no hay ganas. Me tumbo, mirando al techo, y mi mente empieza a vagar….Ese pequeño pintor…el único hombre que ha pasado sobre mi piel desnuda sin tocarla. El que ha devuelto por un momento la ilusión del deseo a esta puta vieja y amargada.

Era agua estancada, negra y podrida. Ahora soy un grifo que gotea, gotea, gotea.