Alicia en el país de la pesadilla







Me llamo Alicia. Cuando era niña perseguí a un conejo blanco hasta un mundo extraño y maravilloso en el que corrí grandes e increíbles aventuras. También viajé a través del espejo de mi cuarto y viví nuevas historias fantásticas. Por eso, hay gente que se acuerda de mí, a ambos lados de tan famoso espejo. Tal vez tú me reconozcas, donde quiera que estés. Tal vez no.

Pero crecí, he crecido. Mi padre me buscó un buen marido, un hombre acomodado que pudiera darme todos los caprichos de mi imaginación. Y creedme, esos son muchos, aunque se supone que con la edad se pierde gran parte de la fantasía, o al menos eso es lo esperable. Paul, mi marido, y también mis padres, así lo deseaban. Pero, contraviniendo a lo que se suponía normal, y no siguiendo el ejemplo de mi hermana mayor, modélica ama de casa y madre de tres niños moderadamente bien educados, aquí sigo con mis fantasías, digámoslo así, infantiles. Aún mantengo charlas con mi gato y persigo sombras entre los árboles, en busca del conejo blanco de mi niñez. Mi marido, por fortuna, es un buen hombre. Siendo yo tan extravagante como soy, no creí al principio que alguna vez llegara a comprenderme, pero aunque yo no lo supiera por entonces, todo el mundo es ligeramente extravagante, y él no es una excepción. Sus manías me recordaron algunos episodios del país de los naipes, y encontré la coincidencia tan divertida, que acabé‚ cogiéndole un gran cariño, que respondía a su adoración por mí.

Pero yo soy Alicia, y eso implica problemas. Todo el mundo puede querer a Alicia, pero ella es inestable, y por lo tanto hay que compartir esa inestabilidad para seguir el movimiento irregular de sus ondas mentales y físicas. Ser Alicia no es fácil, tampoco. Se presupone un egoísmo infantil y auto-conservador que pocas Alicias logran preservar hasta la edad adulta.

Y ahora os voy a contar la última de las aventuras que me han ocurrido. Concierne también a Paul, mi pobre marido. Es la primera vez que mi fantasía afecta también a otra persona, y por mi causa es él quien está escribiéndoos estas líneas, en busca de una urgente ayuda. Y es que las aventuras de los adultos son mucho más peligrosas que las de los niños, y los cuentos para mayores no han de tener necesariamente un final feliz. Las hadas y los milagros prefieren rondar las historias infantiles, y dada mi posición, nuestra posición, querido Paul, lo encuentro ciertamente injusto. Y tú también, querido Paul debes encontrarlo así. Y es que me querías, y ese fue el problema. Me abriste la puerta de tu corazón. Entre encantada, feliz de estar ahí, contigo, y emocionada ante la aventura que me esperaba en tan misterioso mundo. Pero, ­¡Ay! no me di cuenta de que la puerta se cerraba a mis espaldas.


Al principio fue agradable. Me sentía como una joya única acariciada por el terciopelo suave y rojo de las paredes de tu corazón-joyero. Pero no sabía que aquello era también como estar en un sótano húmedo y con olor a antiguo y cerrado. Ni siquiera me percaté de que no había una ventana que pudiera abrir para que entrara el aire fresco, y mucho menos un teléfono o un buzón de correos que dejara entrar y salir la voz del mundo que había allí afuera.

No sé si fue culpa de la humedad, o si el no tener nada más que hacer me engordó la frente, pero crecí. Al principio pensé‚ que todo iba a tener un fácil final, como me había ocurrido años atrás, que aparecería un mágico antídoto que me devolvería a mi tamaño normal. Pero no fue así, sino que me hice enredadera, hiedra en pecaminosa expansión. Y empecé a notar la seda encendida de tu carne rozándome el pelo, los hombros... Entonces me senté para pensar un poco. Y estuve así mucho tiempo, agarrada a mis propias rodillas, deseando poder recordar donde estaba la puerta antes de que se hiciera demasiado tarde, llorando a medias para no inundar el pequeño hueco que aún quedaba. Culpándome por crecer así, sin razón ni medida, sin remedio.

Pedí ayuda en susurros, pero nadie salvo tú podía oírme. No recibí ninguna. Tu estabas tan contento de que siguiera ahí, que no notabas mis hipos apagados cuidadosamente para no estremecer las paredes de mi precario habitáculo. Pronto, no quedo espacio ni para desperezarme, ni mucho menos para caminar. No había sitio para estirar las piernas, ni para quitarme las legañas de los ojos, y mi pelo crecía presionando la cúpula de mi pequeño santuario. Demasiado tarde para hallar una salida. Y llegó el punto en que no pude moverme ni un milímetro, pues tu pobre corazón corría el riesgo de partirse conmigo dentro.


No hace mucho te pedí permiso para dejar "mi" lugar, por si eran las palabras la llave que abriera la oculta cerradura, pero tu congoja me apretó tanto que decidí retractarme lo más rápidamente posible, para evitar la destrucción simultánea de nuestros cuerpos y espíritus.

Pero he de salir, cariño. He crecido. He crecido demasiado. Y no sé como, por que conjuro o magia puedo seguir respirando sin aniquilarte. Tal vez nunca debí haber entrado aquí. Tal vez eso era lo que debí hacer, o tal vez no. No es culpa ni tuya ni mía, pero a falta de un cabeza de turco mejor, acepto mi parte en el error, si eso sirve para algo.

Y aquí seguimos, atrapados, el uno dentro del otro, suspendidos en una inmovilidad obsesiva, en inútil espera de un conejo blanco. Pero yo, mi querido Paul, no voy a ser capaz de verlo, porque desde aquí nada se ve con claridad y lo blanco se tiñe de rosado. Tendrás que ser mis ojos, lo mismo que ahora eres mi mano. Y si tú no sabes encontrar al maldito conejo, o elegir el bebedizo correcto, o enfrentarte a la reina de corazones, no hay salida para ninguno de los dos, y las rosas blancas seguirán teñidas de rojo para mí y te cortará la cabeza una espada de cartón, y moriré atrapada entre tus naipes derrumbados.

Soy Alicia. ¿Alguien me recuerda ahí fuera? ¿Puede alguien ayudarnos? ¿Sabe alguien como dejar de ser Alicia?

11 comentarios:

el_iluso_careta dijo...

BUENO...ES MARAVILLOS LEER ESTO, VER COMO VAS DESGRANANDO TODO LO SUCEDIDO...
ESPERO QUE ENCUENTRES LA SALIDA AL HECHO NO LA SALIDA DE HUIR...
POR QUE NO HAY CONEJOS NI SOMBREROS QUE SALVEN LO INSALVABLE...

Alejandra Conte es:La Kolorada Siniestra dijo...

Creo que la única que tiene las respuestas que buscas es la mismisima Alicia.

pav dijo...

Agquerosa! Me has hecho llorar.
Nunca me gustó ese cuento, para mi era angustioso y tengo la mala costumbre de empatizarme con los personajes.
Genial, mixeta.

Anónimo dijo...

Lamento no poder ayudarte a encontrar esa salida. De hecho, soy la última persona que podría ayudarte.
Pero tu historia me ha encantado.

Anónimo dijo...

He sido Paul, querida Alicia. Y tampoco es fácil.

¿Sabes? Hace poco usé a Alicia en un relato también. El de Amelia.
¿Estaremos entrando en etapas regresivas?

Leo.

Isa Pe dijo...

Iluso: si, esa es una lección que es bueno aprender. Gracias

Kolorada: Alicia anda algo confundida ahora mismo, no puedo fiarme de sus respuestas...

Puerto: lamento lo de que hayas llorado, y a la vez me impresiona haber conseguido una reacción tan fuerte ¿en serio? Jo, espero que sea una metáfora tan solo.

Alicia: me temo que ni esa Alicia ni tú misma tenéis las respuestas, pero se agradece la intención y la visita.

Leo: estamos en etapas concordantes. Nos ha pasado unas cuantas veces, ¿verdad

Carmen dijo...

Eres fántástica escribiendo. ¿Alguien me recuerda ahí fuera? sí. ¿Puede alguien ayudarnos? No, nadie. ¿Sabe alguien como dejar de ser Alicia? Yo sólo te pido que no dejes nunca de ser Cositas, ni de escrbirla, ni de compartirlas.Un besito.

Isa Pe dijo...

Hola, Edurne. Gran regalo de Reyes, tenerte por aquí. Estoy infectada por este virus de escribir,no creo que a estas alturas pueda pararlo. Alicia es Alicia, no puede dejar de serlo, y yo soy una enferma de las letras... como tú, y tampoco podremos dejarlo ¿verdad?. Besazos.

Nutopia dijo...

Jo. Me ha enganchado y encantado... aunque ahora esté plof y no sepa qué decirte. Sé lo que es ser Alicia, y ser el bicho raro, y querer ser una niña mimada toda la vida a pesar de ver que cada día hay más patas de gallo en el espejo que te miras... Un beso, guapa.

Nutopia dijo...

Y no soy capaz de escribir el comentario como Nuna por mucho que lo intente!!!! Jorrrl

Isa Pe dijo...

Nu(t)na, ¿promoción del 73? ¡A mis brazos! Un día tenemos que comparar esas patas de gallo, yo aporto canas.