La oficina de hacienda

Mi cuello se inclina, cansado,
por fin sobre la madera tibia.

La guillotina espera en lo alto
y hay trapos en el suelo que recogerán mi sangre.

Rueda, mi mente, rueda.
No piensa en el golpe del acero contra el hueso.

Crujen los pasos del verdugo, pasos metálicos,
y el cielo florece en pálido amarillo.

Pronto, pagaré mi deuda,
y sorberán mis fluídos con cañas entintadas
los zombies que adornan las ventanillas
al final de esta línea de muertos en vida,
aferrados a sus números de papel,
como si fueran salvavidas
que los rescatasen de sus naufragios.

4 comentarios:

Soy ficción dijo...

Ups, burocracia asesina, que mal rollo.

Anónimo dijo...

La tétrica representación que cada trimestre hemos de soportar algunos..., la verdad es que mi timidez hace que prefiera la intimidad de mi habitación, a la tenue luz del flexo, realizando mi autosangría a través de la oficina virtual, sin ajenos espectadores de mi agonía, sin acartonados verdugos con aires de superioridad.

Excelente descripción de tan siniestra oficina, gatita.

Anónimo dijo...

Eres poeta hasta cuando pagas el IRPF.
Impresionante.

Isa Pe dijo...

Nausicaa: pues sí, es que es un mal rollo...

Fabri: mejor lo de quedarse al abrigo del flexo, mejor.

Alicia: empiezo a darme cuenta de ello, sí...no me lo puedo sacudir ni aunque quiera.