El mar

Se despertó notando la arena incrustada en su cara. “¡Puta playa! ¡La arena siempre se te mete por todas partes!”

Al intentar abrir los ojos sintió el peso de algunos granos que colgaban de sus pestañas. Con cuidado, para evitar que se le metieran dentro, abrió el párpado más alejado del suelo “¡Arrggghhh...cuanto sol! ¡Ciérrate, ciérrate! Sí, mejor así.” Demasiado tarde, una luna roja ya se le había quedado instalada en la retina...mejor esperar a que se fuera...

Otra vez se había quedado dormido sobre la arena, sin toalla, sin quitarse ni la ropa. Los otros debían de haberse reído muchísimo. Había una enorme colección de fotos suyas enroscado, babeante, con cara de felicidad, durmiendo en innumerables playas. No tenía remedio, el sol y el mar siempre le causaban una modorra insalvable.

Tenía la boca seca. Alargó la mano alrededor, tanteando, en busca de la bolsa de las bebidas...nada por aquí, nada por allá....sólo arena y más arena fina y caliente. ‘Dita sea, ¿qué era peor, la quemazón de los ojos o la de la garganta? Decidió seguir a oscuras un rato más, a ver si acababa de despertarse, estaba tonto. ¿Qué día era? Se supone que domingo, claro, pero ni sabía qué playa era esa ni como había llegado hasta allí.

-Espero haber dejado el coche a la sombra-pensó-con la que está cayendo, ¡qué calor!

Se estiró un poco, y su mano cayó sobre algo suave y duro. Una caracola...la estudió con las yemas de los dedos, tenía una forma algo rara...debía estar rota. ¿Funcionan las caracolas rotas? Sin abrir los ojos, se la puso en la oreja a ver si se escuchaba el ruido del mar. No, no iba. Tendría que llamar a Neptunofónica “Sta Sirena, mi caracola está averiada, ja, ja....”

-Bueno, ya está bien, ¿dónde cojones están todos?

Abrió por fin, con cuidado, los ojos. Arena. Volvió la cabeza. Más arena. Se sentó, restregándose las legañas petrificadas. Sólo veía arena ¿dónde estaba el agua?. Miró la concha en su mano, y la soltó, horrorizado. Era el cráneo blanco y pulido de algún tipo de roedor. ¡Mierda, que asco! Lo empujó con el pie dentro de una pequeña duna para intentar enterrar su sensación de repugnancia.

Giró la cabeza en todas las direcciones, aún con la náusea en los labios. Arena, arena, arena. Nunca había visto una playa tan grande.¿Dónde estaba? ¿Qué narices había bebido? Peor aún ¿Qué pasó anoche? Algo debió de hacer para que le dejaran así, tirado como una colilla, pero no lo recordaba, y la cabeza le daba vueltas. Necesitaba beber algo, y ni un chiringuito a la vista. Ni gente. ¿Dónde estaban los guiris requemados, los críos con pelotas de hacer la puñeta, las señoras cotillas, los barrigones con radio portátil?

Se puso en pie y, con la mano como visera, oteó en la distancia. ¿Dónde estará el agua?.

De repente, un brillo.

-Ah...ahí está. El mar. Ahí estará todo el mundo, al lado del agua. Cuando pille a estos cabrones, cobran por dejarme así en medio de la nada...

Se puso a caminar, los pies sumergiéndose en las dunas irregulares, en dirección al lejano brillo. Al mar.

A sus espaldas, una sombra invisible comenzó a seguir el rastro de pisadas cada vez más erráticas. Su mente primitiva no hubiera sabido que hacer del concepto “mar” pero si hubiera sido capaz de pensar racionalmente, sin duda habría bendecido la palabra “espejismo”, que le iba a dar de comer.



7 comentarios:

Soy ficción dijo...

Ais, que repelus me dio el final... Que yo me asusto con ná, no me hagas esto sin avisar :)

Anónimo dijo...

Angustioso, sofocante...
Genial, cositas.

Carmen dijo...

Este relato ya lo había leído en Albanta, sólo decirte que me sigue gustando.

el_iluso_careta dijo...

muy bueno muy retorcido...mucho mejor...

Anónimo dijo...

Un abrazo Isa.

Anónimo dijo...

¡Otia! Que macabrona se ha puesto la Cositas

Isa Pe dijo...

Nausicaa: lo siento,guapa, no quería asustarte...fue el relato, que salió así.

Alicia: gracias, gracias. Un abrazo para tí también.

Edurne: A ver si os pongo cositas nuevas.

Iluso: retorcidillo, bueno, sí, un poquito.

Sohno: son puntazos que me dan, como a tí, ya sabes...