Hay días en los que te asomas a lo que ya está escrito y te asqueas,
no comprendes como es posible
que te hubieras atrevido
a sacarlo nunca a la luz, es malo con ganas, no hay dos palabras juntas
que signifiquen nada, que evoquen algo, que tengan sentido para ti.
Es todo una mierda
digna sólo de desintegrarse en el fondo de cualquier papelera hambrienta
-esos bichos comen de todo, ya se sabe.
Deberías hacer una hoguera de letras defectuosas
-¿Fumata blanca, gris, azul o negra?-
¡Joder!, si con la Iglesia no habíamos topado
todavía, habrá que fastidiarse....
Y agarras la libreta de la semana, el portátil de los anticuados
como tú, devota del bic azul sin capucha
-sí, ese que hace que tus bolsillos tengan de vez en cuando el periodo
de las mujeres del planeta Urano-
y no sabes qué diablos tenías en la cabeza cuando decidiste
desperdiciar tinta y papel de esa manera, no entiendes nada,
ni siquiera tu letra es legible, pero transcribes,
esperando un milagro: que en la pantalla
las letras desorientadas alcancen por sí mismas
la estación final del sentido.
Lamentablemente, la Renfe continúa en obras, las máquinas expendedoras
de billetes están de baja por indigestión de versos revenidos,
Y no, no entiendes nada de lo que dices, ni tú, mucho menos lo entendería
cualquiera de esas personas de buena voluntad
que se empeñan en leerte por si acaso algún día les dices algo
que les toca la fibra –a veces pasa, por accidente, nunca se sabe,
la María también parió virgen, cuentan, la vida es rara;
más que rara, piensas en Schwarzenegger
y lo borras de inmediato de la mente, no lo vayan a elegir también
gobernador de tu cerebro inconsciente, por error
y tengas otra vez pesadillas esta noche.
Y en esos días de pensamiento gris y difuso
es, precisamente,
cuando, tras medio paquete de Fortuna duro,
y un gran hartón de chupadas a tu mechón de pelo rebelde,
un comentario de pronto te sacude la campanilla:
“Me encanta leer lo que escribes” “Has dicho lo que yo pensaba”
“Ojalá lo hubiera hecho yo antes” “Te doy un premio porque me gustan tus letras”
“Seguro que tienes un buen polvo”.
y encima, te llaman “poeta”, “escritora” u otras cosas
de valor, y que no sabes
donde guardar, el joyero lo tienes casi estallando
por los resguardos del cajero
y las pilas botón gastadas que coleccionas por si acaso.
No das crédito a tus ojos,
¿sabrá leer esa gente? ¿hablarán de otra cosa? La informática es así, a veces
te traiciona, a lo mejor ese comentario tenía otro destino previsto
y se ha extraviado también por las obras de los trenes. No sé.
Lo miras, lo remiras. ¿Qué le contesto? Otro “gracias” o un “te has perdido, eso
iba en otra parte,seguro”
algo sale, una cosa u otra. Has de contestar, no hay otro remedio.
Pues ya no escribes más. Decidido.
Detén esta tortura, sólo tú puedes hacerlo.
Se acabó el masoquismo en tu vida. “Free the words”.
Tómate un descanso, ya, o déjalo en seco.
Pero, al final, siempre suspiras.
Agarras el bic, te vas a la cama con tu libretita
a esperar el siguiente ataque "poético"
y preparas la siguiente entrada.
(sólo por si acaso)
porque lo de la gilipollez pasa, hasta en las mejores familias,
por que tal vez los milagros SI que existan.