música





Por la ventana entreabierta surgía una nerviosa hilera de notas a paso de fuga, agolpándose unas con otras con la alegría de haber sido liberadas por fin de sus pentagramas.

O tal vez sólo saltando como pequeños insectos negros y brillantes, perseguidos por la escoba de alguien que estuviera haciendo una enérgica limpieza de las notas sueltas de su cerebro.

Ahí fuera, invisibles salvo para los ojos de algunos gatos selectos, un trío de trovadores recibía e investigaba la lluvia de notas, saboreándola.

Bela estaba entusiasmado. Wolfgang lo encontraba interesante. Johann S. como era habitual, dudaba entre horrorizarse o aceptar lo inevitable. Era el más viejo de los tres, y había pasado por ese trance una y otra vez. Pero aún le costaba acostumbrarse a algunos de los más sutiles matices de la modernidad.

Tres músicos mudos y silenciosos, comunicándose con los ojos: “¿vale la pena?... ¿creéis que este...? ¿ tiene la suficiente pasión?”

Un riff de notas agudas y rápidas les traspasó. Se miraron , y asintiendo, los tres a una, se lanzaron hacia la ventana entreabierta, sorteando las fusas y semicorcheas que volaban hacia ellos como meteoritos. Había un solo guitarrista, ensimismado en buscar los trastes correctos. Desde detrás, a traición, Bela, Wolfgang y Johann se lanzaron hacia él apenas sin mirar, y en un certero derrape se deslizaron suavemente en sus oídos. Uno, dos, tres. Tres músicos fantasmas. Tres espíritus inspirativos.

El guitarrista, un muchacho – un tal Eddie o Jimy, o Eric, o Brian, o Fredy- frenó en seco de tocar, como si hubiera sufrido un repentino ataque de hipo. Sacudió la cabeza, estornudó ruidossmente igual que haría un caballo, sacudiendo su cabellera...y volvió a atacar la melodía. Tocó como nunca antes había tocado. Mejor que nunca. Sorprendido, paró, continuó, con una sonrisa de estupor....y se abandonó a la maravilla de toda esa energía que no sabía de dónde había salido, tan de repente. Pero que al parecer no tenía ninguna intención de desaparecer.

Había nacido un genio, bendecido por la música.

No es verdad que existan las musas, no. Pero la verdad a veces sí está ahí afuera. Tal vez, al pie de vuestra propia ventana. Sólo tenéis que preguntarle a cualquier gato selecto y os lo contará, como he hecho yo.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

:)
De todo lo que he leído últimamente me quedo con esto.
Gatos.
Notas musicales errantes.
Parece que te lo hubiera encargado, Isabel.
Ahora te dejo, que tengo que hacer "una enérgica limpieza de las notas sueltas de mi cerebro."
Y luego saldré a buscar a otro gato selecto, que tal vez quiera quedarse un rato, esta vez.
Me ha encantado.

Andrés dijo...

¿me parece a mí o es como un concurso orfeico en el Cielo?

Anónimo dijo...

Caramba con el mecanismo de la inspiración! siempre había pensado que era de otra forma... je, je...

el_iluso_careta dijo...

MUCHA VERDAD HAY EN ESTO AMIGA...

Anónimo dijo...

Qué bonito. Besitos y felicidades nuevamente.

Soy ficción dijo...

Los gatos saben mucho y callan más, como conseguiste q prestara atencion?

Y q lindo es :)

Isa Pe dijo...

María: me alegro. Gatos y música, una combinación que a mí también me encanta. Añade un libro, de los buenos, y casi tienes la perfección a tu alcance.

Andy: no lo había visto así, pero tal vez.

Cesca: el día que entendamos del todo el mecanismo....

Iluso: ¿te fías del gato? Fue quien me lo contó.

Anam: besitos y gracias.

Nausicaa: No la prestaba, no... ni sabía que estaba yo allí.

Y es toda una dama, esta rubia peligrosa ;)