Aunque pueda parecer otra cosa, no estoy abandonando este blog.
La vida real está consumiendo todo mi tiempo, ahora mismo el curso de mi vida virtual está en "standby", en un momento de ligero parón.
No intento justificarme, al fin y al cabo mi blog es mi espacio, y lo gestiono únicamente en relación a lo que a mí me da la gana. Como creo que hace todo el mundo.
Pero sí quería que los y las que entréis no os preguntéis qué es de mí. En unas semanas volveré a la carga, y colgaré mis cositas raras, como siempre.
Aprovecho para adelantarme a desearos unas buenas fiestas y/o vacaciones a los que os guste la Navidad, y muchos ánimos a los que la odiéis.
Dos canciones: una versión de Dylan, por Tracy Chapman.
Y una gran canción de Navidad: The Pogues y su Fairytale.
Nos leemos en 2009. Hasta pronto.
Absurdo
Un poeta, un profeta y una bruja se encuentran un día llegando a los restos de un accidente aéreo, desde direcciones opuestas.
El poeta dice a la bruja: “¿no lo viste venir?”
El profeta los mira, y sentencia: “Estaba escrito”
La bruja los maldice y corre a buscar supervivientes.-¡Locos!-mumura.
El poeta se sienta sobre una pila de cuerpos destrozados y anuncia que la tragedia le inspira, y que va a componer “Oda a la muerte súbita del gran pájaro de hierro o por qué me ha dolido cuando una perversa pieza del engranaje osó arañarme el dedo índice”
El profeta mira su libro, el que siempre lleva bajo el brazo y dice “Estaba escrito”
La bruja sobrevuela la zona con su escoba, oteando por si hubiera signos de vida.
El poeta asesina al profeta con una pierna ortopédica en llamas por acusarle de plagio. El profeta, antes de morir, intenta articular las palabras “Estaba escrito”
La bruja encuentra una camada de gatitos maullando bajo un árbol incendiado. Son tan lindos que los sube a su escoba para llevarlos lejos. No quiere que el poeta intente guardarlos, desecados, entre las páginas del libro que le robó al difunto profeta.
Los restos del avión siguen humeando.
*no, el vídeo no pega mucho con la historia, aparte del look Elvira de Amy, pero me encanta esta canción, y la estaba escuchando, así que la he puesto igualmente.
El poeta dice a la bruja: “¿no lo viste venir?”
El profeta los mira, y sentencia: “Estaba escrito”
La bruja los maldice y corre a buscar supervivientes.-¡Locos!-mumura.
El poeta se sienta sobre una pila de cuerpos destrozados y anuncia que la tragedia le inspira, y que va a componer “Oda a la muerte súbita del gran pájaro de hierro o por qué me ha dolido cuando una perversa pieza del engranaje osó arañarme el dedo índice”
El profeta mira su libro, el que siempre lleva bajo el brazo y dice “Estaba escrito”
La bruja sobrevuela la zona con su escoba, oteando por si hubiera signos de vida.
El poeta asesina al profeta con una pierna ortopédica en llamas por acusarle de plagio. El profeta, antes de morir, intenta articular las palabras “Estaba escrito”
La bruja encuentra una camada de gatitos maullando bajo un árbol incendiado. Son tan lindos que los sube a su escoba para llevarlos lejos. No quiere que el poeta intente guardarlos, desecados, entre las páginas del libro que le robó al difunto profeta.
Los restos del avión siguen humeando.
*no, el vídeo no pega mucho con la historia, aparte del look Elvira de Amy, pero me encanta esta canción, y la estaba escuchando, así que la he puesto igualmente.
La influencia de Venus
Dijiste esa noche, recuerdo:
"llegó la hora de los poetas"
a bocajarro,
como en un espasmo incontrolable.
Y yo, no sé si tendrás razón
pero sé
que hay verdades tan grandes y poderosas
que los trozos de tu vida que no se apartan
al verlos llegar
mueren, instantáneamente fulminados
por su resplandor
de certeza absoluta.
"llegó la hora de los poetas"
a bocajarro,
como en un espasmo incontrolable.
Y yo, no sé si tendrás razón
pero sé
que hay verdades tan grandes y poderosas
que los trozos de tu vida que no se apartan
al verlos llegar
mueren, instantáneamente fulminados
por su resplandor
de certeza absoluta.
El cable (basado en hechos reales)
El cable siempre había colgado de la misma manera de las casas a ambos lados de la calle. Pero esa primavera, los árboles venían con fuerza arrolladora. Una rama en crecimiento descontrolado fue empujando en el espacio entre el cable y la pared, poco a poco. Hasta que al final, se salió de sus soportes, y esa mañana quedó algo más bajo, en una curva peligrosa, que al principio nadie notó...
La caja del camión contra el cable, un chasquido de trueno. Un chispazo.
El grupo de árabes tomando sus tragos en la terracita del Al-lamar dio un respingo en sus sillas. Una de las muchachas de la peluquería de enfrente soltó un “Ay” aserrado al ver la lluvia de chispas caer, según la luz se apagaba de golpe, con ruido de disparo.
-¿Qué pasa?¿Qué ha pasado con la luz?
-¡El cable! ¡El camión! ¡Qué susto!
El cable quedó colgando, y bailoteando sobre la calzada, soltando de tanto en tanto unas cuantas chispas. Y los coches pasaban por encima inconscientes del peligro de electrocución.
-Llamad a los urbanos, hay que cortar esto.
Uno de los árabes se acercó al cable, e intentó parar un poco los coches que intentaban pasar. Nadie paraba, sólo le sorteaban, algunos a bocinazos. Hizo ademán de apartar el cable bamboleante con la mano.
-¡Noooo, cuidadoooo!
-¡Que te vas a matar, tío!
No sé si el hombre entendió las palabras de las mujeres que le gritaban, pero al menos le alarmaron lo suficiente para que se retirara. Y el tráfico seguía pasando...
Hasta que entró la Marijuani en escena, salida de una de las casas.. Super-marijuani, con alpargatas, bata de flores....y una escoba de mango de plástico. Y empezó a dar órdenes. “¡Tú aquí”- a un árabe, que le miró sin entender- “ ¡Que pares a los coches, coñe!”.
Sorbida de cigarro, fumadora sin manos. “¡Tu quieto, ni me respires.! ¡Ahí, te digo!” Y escoba en mano, atrapó el cable chispeante y saltarín, como si domesticara una culebra, entre maldiciones. “¡Puto cable, la madre que lo...!”y gritos..”¡Capullo, que no te acerques, que pares el coche te digo!”. Y más gritos de las peluqueras...”¡Marijuani, que si te da te quedas”.
-Iros porai, si hemos de esperar a la urbana, nos tendrían que traer el coche de los muertos...hala, así.
Y el cable, milagrosamente, quedó atrapado por fin entre una silla de plástico del bar y el árbol más grande de la calle...y en torniquete de urgencia, enrollado por la super-escoba de la Marijuani.
-Hala, se acabó-ahora sí que podemos esperar a la urbana tranquilos.
-Marijuani, estás loca
-Mujer, es que o lo hacía yo, o teníamos inmigrante socarrinado... o rustido de conductor...
Cuando al final llegó la urbana, tranquilamente, a poner unos conos en el asfalto que los coches sí respetaron, al observar el torniquete de Marijuani, el guardia de turno sólo pudo decir:
-¡Qué valor! Yo no lo toco ni muerto.
La caja del camión contra el cable, un chasquido de trueno. Un chispazo.
El grupo de árabes tomando sus tragos en la terracita del Al-lamar dio un respingo en sus sillas. Una de las muchachas de la peluquería de enfrente soltó un “Ay” aserrado al ver la lluvia de chispas caer, según la luz se apagaba de golpe, con ruido de disparo.
-¿Qué pasa?¿Qué ha pasado con la luz?
-¡El cable! ¡El camión! ¡Qué susto!
El cable quedó colgando, y bailoteando sobre la calzada, soltando de tanto en tanto unas cuantas chispas. Y los coches pasaban por encima inconscientes del peligro de electrocución.
-Llamad a los urbanos, hay que cortar esto.
Uno de los árabes se acercó al cable, e intentó parar un poco los coches que intentaban pasar. Nadie paraba, sólo le sorteaban, algunos a bocinazos. Hizo ademán de apartar el cable bamboleante con la mano.
-¡Noooo, cuidadoooo!
-¡Que te vas a matar, tío!
No sé si el hombre entendió las palabras de las mujeres que le gritaban, pero al menos le alarmaron lo suficiente para que se retirara. Y el tráfico seguía pasando...
Hasta que entró la Marijuani en escena, salida de una de las casas.. Super-marijuani, con alpargatas, bata de flores....y una escoba de mango de plástico. Y empezó a dar órdenes. “¡Tú aquí”- a un árabe, que le miró sin entender- “ ¡Que pares a los coches, coñe!”.
Sorbida de cigarro, fumadora sin manos. “¡Tu quieto, ni me respires.! ¡Ahí, te digo!” Y escoba en mano, atrapó el cable chispeante y saltarín, como si domesticara una culebra, entre maldiciones. “¡Puto cable, la madre que lo...!”y gritos..”¡Capullo, que no te acerques, que pares el coche te digo!”. Y más gritos de las peluqueras...”¡Marijuani, que si te da te quedas”.
-Iros porai, si hemos de esperar a la urbana, nos tendrían que traer el coche de los muertos...hala, así.
Y el cable, milagrosamente, quedó atrapado por fin entre una silla de plástico del bar y el árbol más grande de la calle...y en torniquete de urgencia, enrollado por la super-escoba de la Marijuani.
-Hala, se acabó-ahora sí que podemos esperar a la urbana tranquilos.
-Marijuani, estás loca
-Mujer, es que o lo hacía yo, o teníamos inmigrante socarrinado... o rustido de conductor...
Cuando al final llegó la urbana, tranquilamente, a poner unos conos en el asfalto que los coches sí respetaron, al observar el torniquete de Marijuani, el guardia de turno sólo pudo decir:
-¡Qué valor! Yo no lo toco ni muerto.
Selvática, errabunda, inconexas
Hoy, uno cortito...demasiadas cosas en que pensar a la vez.
Selvática, errabunda e inconexas,
habitación, mujer y palabras,
por la furia que congela en sus cenizas
las hogueras de la noche que se escapa
Selvática, errabunda e inconexas,
habitación, mujer y palabras,
por la furia que congela en sus cenizas
las hogueras de la noche que se escapa
La crecida
Suena extraño, pero la balanza
se refugia acongojada entre las ramas
altas de algún terco árbol
a lamerse las heridas.
Y el escorpión de la desidia
cuelga como un fruto podrido
boca abajo, murciélago en punta
huyendo de las aguas.
La crecida llegó,
ya está aquí la crecida,
portando piedras, barro y rastrojos,
credos, condiciones indecisas.
La crecida...
Tras las aguas, el suelo fresco
parirá quimeras, y los días
salpicarán de incertidumbre al árbol
que quedará con su carga
buscándose en el espejo opaco
que a sus pies corre,
o que corría.
Se fue, ya pasó
ya se fue la crecida
arrastrando barros de congoja
como hojas secas, cantos
rodando en desdichas.
Queda, parece extraño, sólo esta calma,
un folio en blanco, la condición
de no usar más esas viejas mentiras,
para calibrar el crecimiento
del nuevo tiempo que ahora me mira.
se refugia acongojada entre las ramas
altas de algún terco árbol
a lamerse las heridas.
Y el escorpión de la desidia
cuelga como un fruto podrido
boca abajo, murciélago en punta
huyendo de las aguas.
La crecida llegó,
ya está aquí la crecida,
portando piedras, barro y rastrojos,
credos, condiciones indecisas.
La crecida...
Tras las aguas, el suelo fresco
parirá quimeras, y los días
salpicarán de incertidumbre al árbol
que quedará con su carga
buscándose en el espejo opaco
que a sus pies corre,
o que corría.
Se fue, ya pasó
ya se fue la crecida
arrastrando barros de congoja
como hojas secas, cantos
rodando en desdichas.
Queda, parece extraño, sólo esta calma,
un folio en blanco, la condición
de no usar más esas viejas mentiras,
para calibrar el crecimiento
del nuevo tiempo que ahora me mira.
Congelada
¿Cuántas horas regalé
alegre, sin preocuparme,
a la causa del cautivo
del significante? ¿Cuántas veces
negué a la humanidad
que tiraba de las cuerdas
de mi garganta, por esas
letras, crudas y frías,
que me acosaban?. ¿Cuántas
pisadas en los caminos
de las cuartillas me alejaron
del rumbo de viajes reales...?
¿He perdido algo? ¿Me he perdido?
¿Perdieron los que esperaban
demasiado de mí? Me ingresaron
por la fuerza en una clínica
mental de paredes blancas,
sin letras: “desintoxícate,
aléjate, es lo mejor para ti”.
Pero la mudez que me rodeó, de repente,
sin palabras, me dejó ciega
a la vida, sorda a los
sufijos diminutivos, inválida,
con las emociones atrofiadas,
metidas en cajas perfectas
como cuadrículas de papel
milimetrado, y organizadas,
y sin embargo,
vacías.
Bulímica de adjetivos, devoro
palabras innecesarias, engullo
ideas sin entenderlas. Luego, me doy
asco de mi misma, y escupo poemas,
vomito prosa excesiva, de colores
apagados por los ácidos
de mi cuerpo, que las contuvo.
sin parirlas, sin amamantarlas,
sin amor de madre, como
parásitos devoradores de energía,
de racionalidad. Ideas sin sentido,
rumores vagos y acólitos
de versos reales, sombras que se
desvanecían antes de caer en tintas
y parir a su vez ideas irreconocibles.
Seguiré así,adelante,
meditando,
en mi inercia,
congelada.
alegre, sin preocuparme,
a la causa del cautivo
del significante? ¿Cuántas veces
negué a la humanidad
que tiraba de las cuerdas
de mi garganta, por esas
letras, crudas y frías,
que me acosaban?. ¿Cuántas
pisadas en los caminos
de las cuartillas me alejaron
del rumbo de viajes reales...?
¿He perdido algo? ¿Me he perdido?
¿Perdieron los que esperaban
demasiado de mí? Me ingresaron
por la fuerza en una clínica
mental de paredes blancas,
sin letras: “desintoxícate,
aléjate, es lo mejor para ti”.
Pero la mudez que me rodeó, de repente,
sin palabras, me dejó ciega
a la vida, sorda a los
sufijos diminutivos, inválida,
con las emociones atrofiadas,
metidas en cajas perfectas
como cuadrículas de papel
milimetrado, y organizadas,
y sin embargo,
vacías.
Bulímica de adjetivos, devoro
palabras innecesarias, engullo
ideas sin entenderlas. Luego, me doy
asco de mi misma, y escupo poemas,
vomito prosa excesiva, de colores
apagados por los ácidos
de mi cuerpo, que las contuvo.
sin parirlas, sin amamantarlas,
sin amor de madre, como
parásitos devoradores de energía,
de racionalidad. Ideas sin sentido,
rumores vagos y acólitos
de versos reales, sombras que se
desvanecían antes de caer en tintas
y parir a su vez ideas irreconocibles.
Seguiré así,adelante,
meditando,
en mi inercia,
congelada.
es otoño
Remanso de chirridos
entre remolinos
de incomprensión.
Esta mañana escupí silencios agarrada al volante,
y mis ruedas crujían los cañaverales rotos.
Es otoño, sí.
Los pájaros me han dicho adios con el pico
antes de facturar sus maletas
y las últimas semillas de sol.
Es otoño, sí.
Buscaré un sitio cálido donde hibernar
o cerraré las manijas de estos grifos
que me piden pasear por otras playas,
niños excitados,
sin paciencia.
En la piel se quedan los reflejos
de la luz adormecida
resbalando
hacia el sumidero del invierno
que, inclemente, la devora.
entre remolinos
de incomprensión.
Esta mañana escupí silencios agarrada al volante,
y mis ruedas crujían los cañaverales rotos.
Es otoño, sí.
Los pájaros me han dicho adios con el pico
antes de facturar sus maletas
y las últimas semillas de sol.
Es otoño, sí.
Buscaré un sitio cálido donde hibernar
o cerraré las manijas de estos grifos
que me piden pasear por otras playas,
niños excitados,
sin paciencia.
En la piel se quedan los reflejos
de la luz adormecida
resbalando
hacia el sumidero del invierno
que, inclemente, la devora.
NO ERES TÚ. "MEDITERRÁNEO" DE SERRAT
Y te acercas y te vas, después
de besar mi playa.
Apenas perceptible, como en
toques de patas de insecto o bigote de gato.
Y no sé si es que te he sentido así, o si
mi piel siente ese deseo incontenible
y llama a la sensación a socorrerle
para evitar enloquecer.
Y me sostengo a mí misma, pero
cada pelo se erige en estatua engastada en cada
poro, para dirigirse a ti, y no puedo
sujetarlos.
Y atrapo la lengua entre los dientes,
las manos en los bolsillos, cruzo las piernas...
Pero la primavera ha llegado,
y todos quieren florecer, salir, abrirse.
No me queda más remedio
que dejar pasar la tormenta
sobre mi cabeza,
agarrarme al pararrayos del sentido común,
y rezar por que la electricidad
deje de golpearme.
No quiero hablar, ni moverme, pero
mi cuerpo decide ignorarme
y responde a tu presencia sin pudor.
Y te acercas, y te vas, después
de besar mi playa
Apenas perceptible, apenas cierto.
Apenas real.
Y no paro de pensar que nada de esto es cierto,
que todo está en mi mente.
Pero mi cuerpo, empeñado
en contradecirme,
se vuela tras de ti y me deja sola.
Aquí.
Luchando conmigo misma.
No eres tú, no eres tú, no eres tú.
Tienes que ser tú.
Eres tú, eres tú, y no, no puedes ser.
Deja de ser tú, yo no puedo evitarme, soy yo.
alguien tiene que tomar las riendas.
Y te acercas, y no te vas, y me atas
con los ojos a la silla, a una
prudente distancia.
Embravecido por mi sequedad, por mi negación,
por mi aparente calma.
Resquebrajada por el deseo me refugio, aquí,
en mi playa.
En vano apartando los pies
de los golpes de tus aguas.
Ola tras ola, tus ojos, hacen subir
la marea...
Y no puedo detenerla.
Y te alejas, y te vas, después
de besar mi arena.
A un solo milímetro de mi piel
que va muriendo de sed por tu no-existencia.
MEA CULPA, "MEDITERRÁNEO" ES DE SERRAT. LO SÉ, LO SÉ. PERDÓN POR EL LAPSUS. Lo voy a poner y todo.
de besar mi playa.
Apenas perceptible, como en
toques de patas de insecto o bigote de gato.
Y no sé si es que te he sentido así, o si
mi piel siente ese deseo incontenible
y llama a la sensación a socorrerle
para evitar enloquecer.
Y me sostengo a mí misma, pero
cada pelo se erige en estatua engastada en cada
poro, para dirigirse a ti, y no puedo
sujetarlos.
Y atrapo la lengua entre los dientes,
las manos en los bolsillos, cruzo las piernas...
Pero la primavera ha llegado,
y todos quieren florecer, salir, abrirse.
No me queda más remedio
que dejar pasar la tormenta
sobre mi cabeza,
agarrarme al pararrayos del sentido común,
y rezar por que la electricidad
deje de golpearme.
No quiero hablar, ni moverme, pero
mi cuerpo decide ignorarme
y responde a tu presencia sin pudor.
Y te acercas, y te vas, después
de besar mi playa
Apenas perceptible, apenas cierto.
Apenas real.
Y no paro de pensar que nada de esto es cierto,
que todo está en mi mente.
Pero mi cuerpo, empeñado
en contradecirme,
se vuela tras de ti y me deja sola.
Aquí.
Luchando conmigo misma.
No eres tú, no eres tú, no eres tú.
Tienes que ser tú.
Eres tú, eres tú, y no, no puedes ser.
Deja de ser tú, yo no puedo evitarme, soy yo.
alguien tiene que tomar las riendas.
Y te acercas, y no te vas, y me atas
con los ojos a la silla, a una
prudente distancia.
Embravecido por mi sequedad, por mi negación,
por mi aparente calma.
Resquebrajada por el deseo me refugio, aquí,
en mi playa.
En vano apartando los pies
de los golpes de tus aguas.
Ola tras ola, tus ojos, hacen subir
la marea...
Y no puedo detenerla.
Y te alejas, y te vas, después
de besar mi arena.
A un solo milímetro de mi piel
que va muriendo de sed por tu no-existencia.
MEA CULPA, "MEDITERRÁNEO" ES DE SERRAT. LO SÉ, LO SÉ. PERDÓN POR EL LAPSUS. Lo voy a poner y todo.
El viaje: ocho paradas en clave de imagen mental.
Primera parada: Excelente compañía de dos y cuatro patas, risas, palabras, música hasta la mañana, allí donde todavía celebran que matan a los cerdos y todo el mundo se cree con derecho a opinar sobre los demás. El silencio de los terneros. La proclamación al viento de la propia existencia.
Segunda parada. El toro suelto en la noche, niños, la pasión por el fuego. Me arranqué uno de mis ojos y lo dejé olvidado allí, sobre la mesa del recibidor. Espero que algún día el negro carruaje venga hasta mí y me lo devuelva.
Tercera parada: donde las piedras antiguas gritan en silencio por las vidas derramadas de los esclavos que las levantaron, y las doncellas encantadas salen trabajosamente al crecer la luna en busca de un alivio a su maldición. La paz en medio de la tierra abierta y trabajada, junto al agua recién nacida y burbujeante.
Cuarta parada: las montañas de hierro sangran, alimentando los bosques que juegan con fuego, milagrosamente indemnes a los vendedores de cacerías artificiales, de los que intentan protegerlos unos pocos caballeros andantes, de los que casi ya no quedan...Las piedras se dejan acariciar y arropar por el mar, entre la arena.
Quinta parada: los mapas no conducen a través de sus laberintos, y perderse es un placer semi-divino. Los caballos arrojan a los coches de sus caminos con una simple coz. El aire lleva notas musicales que se enredan en los cabellos de los paseantes. La diva no supo apreciaros en voz alta, pero yo sí, aunque sea a mi manera.
Sexta parada: Faralaes, damas pulidas hasta brillar, las cuestas elevándose hacia todas partes bajo la lluvia que se apuntó a última hora a la fiesta, y trata de encontrar un lugar donde la acepten sin miramientos, chispeando por debajo de los aviones, atronadores y falsos.
Séptima parada: entre los mares de árboles que salpican la tierra blanca, y más allá, donde las montañas parecen embotelladas en arena de colores. Rojo, verde, amarillo, blanco y negro contra el azul y el púrpura del firmamento. Pero antes, un momento para las palabras que se deslizan por entre las horas.
Octava parada: las olas besan los pies con calidez estremecedora, y los camareros sirven amabilidad en pequeños platos que caen, supersónicos, entre los ceniceros y las servilletas limpias. “Normal” no es lo mismo que “corriente”. Es algo mucho más raro y valioso.
Gracias a mis anfitriones, ha sido un privilegio compartir vuestros mundos por un breve instante. Ya sabéis donde está vuestra casa.
Cien
Según el panel contador, que no parece ser de los que se equivocan, la última entrada era la 99, esta es ya la número 100.
Tengo un blog centenario ;)
Es una cifra rotunda, parece significativa, tendría que componer una entrada especialmente para esto..."la entrada del centenario" y me encuentro con la cabeza en otro sitio, la mente en blanco y sin saber muy bien que contaros.
Hace un ratito, había pensado en titularla "Cien a todos", haciendo un muy poco espontáneo juego de palabras con las antiguas tiendas "Todo a cien". Y aprovechar para daros cien gracias a todos los que me leéis, porque las palabras que no son leídas son como el árbol de la famosa pregunta filosófica, el que cae en el bosque y nadie ve: ¿existen?. Sois vosotros los que les dais realidad y sentido.
Cien, por lo tanto, me han parecido pocas. Os daría varios miles, millones de gracias. Y eso me estropearía el fantástico jueguecito del título.
Pero...¿y por qué no estropearlo, si vale la pena hacerlo? Pues sí. El título es "Cien" a secas. Y así os puedo dar millones de gracias a vosotros, los lectores.
Yo lo voy a celebrar empezando mis vacaciones. Estaré unos días fuera, pero os dejo estas 100 entradas para que si os apetece les deis el don de la realidad, y que no sigan siendo tan solo un número vacío, con demasiados ceros y poco más. Huérfanas de lectores, las palabras se secan hasta morir. ¿No habéis oído nunca a los libros en las bibliotecas y los estantes de las librerías, como os reclaman?:
Leedme, leedme...
Estoy aquí, de páginas abiertas
esperando, solo,
sólo, vuestra caricia.
La anticipación hace vibrar mis letras...
¿O son vuestros ojos, inquietos,
los que tiemblan
con el tic de buscar las emociones
escondidas en mi carne?
Leedme, que mi sangre es negra
y maldita de tanto esperaros.
Sordo y mudo, mi pálida carne
se reseca de deseo
anhelando vuestras manos.
Vaya, ya me he puesto pedantemente poética ;) Mejor me paro aquí mismo, antes de que sea demasiado. Os deseo buenas lecturas. Me voy a buscar nuevos textos por el mundo. Hasta dentro de unos días.
Tengo un blog centenario ;)
Es una cifra rotunda, parece significativa, tendría que componer una entrada especialmente para esto..."la entrada del centenario" y me encuentro con la cabeza en otro sitio, la mente en blanco y sin saber muy bien que contaros.
Hace un ratito, había pensado en titularla "Cien a todos", haciendo un muy poco espontáneo juego de palabras con las antiguas tiendas "Todo a cien". Y aprovechar para daros cien gracias a todos los que me leéis, porque las palabras que no son leídas son como el árbol de la famosa pregunta filosófica, el que cae en el bosque y nadie ve: ¿existen?. Sois vosotros los que les dais realidad y sentido.
Cien, por lo tanto, me han parecido pocas. Os daría varios miles, millones de gracias. Y eso me estropearía el fantástico jueguecito del título.
Pero...¿y por qué no estropearlo, si vale la pena hacerlo? Pues sí. El título es "Cien" a secas. Y así os puedo dar millones de gracias a vosotros, los lectores.
Yo lo voy a celebrar empezando mis vacaciones. Estaré unos días fuera, pero os dejo estas 100 entradas para que si os apetece les deis el don de la realidad, y que no sigan siendo tan solo un número vacío, con demasiados ceros y poco más. Huérfanas de lectores, las palabras se secan hasta morir. ¿No habéis oído nunca a los libros en las bibliotecas y los estantes de las librerías, como os reclaman?:
Leedme, leedme...
Estoy aquí, de páginas abiertas
esperando, solo,
sólo, vuestra caricia.
La anticipación hace vibrar mis letras...
¿O son vuestros ojos, inquietos,
los que tiemblan
con el tic de buscar las emociones
escondidas en mi carne?
Leedme, que mi sangre es negra
y maldita de tanto esperaros.
Sordo y mudo, mi pálida carne
se reseca de deseo
anhelando vuestras manos.
Vaya, ya me he puesto pedantemente poética ;) Mejor me paro aquí mismo, antes de que sea demasiado. Os deseo buenas lecturas. Me voy a buscar nuevos textos por el mundo. Hasta dentro de unos días.
Noches largas y agudas
Hay noches largas y agudas
como un pez espada de punta roma
intentando horadar tus sueños,
infructuosas
siempre. Sí, existen.
Aprietas los dientes,
esperando empujar el émbolo,
y que la jeringa, del sueño inyecte
en tu cerebro la dosis necesaria
para caer del otro lado,
allí donde sueñas, para variar, dormida.
Y no, no funciona, sigues
soñando despierta, y la histeria
acaba pulsando ritmos frenéticos
desde tus venas:
piezas de jazz salvaje,
sin compás aparente.
¡Tanto ruido incontrolable...!
Te desesperas, das otra vuelta
a la tostada requemada y sosa
de tu cerebro..
Te repugna, pero es todo lo que hay:
más perder el tiempo, pensando
con los ojos cerrados,
tu cuerpo en suspensión
viscosa
entre mantas
y mañana.
como un pez espada de punta roma
intentando horadar tus sueños,
infructuosas
siempre. Sí, existen.
Aprietas los dientes,
esperando empujar el émbolo,
y que la jeringa, del sueño inyecte
en tu cerebro la dosis necesaria
para caer del otro lado,
allí donde sueñas, para variar, dormida.
Y no, no funciona, sigues
soñando despierta, y la histeria
acaba pulsando ritmos frenéticos
desde tus venas:
piezas de jazz salvaje,
sin compás aparente.
¡Tanto ruido incontrolable...!
Te desesperas, das otra vuelta
a la tostada requemada y sosa
de tu cerebro..
Te repugna, pero es todo lo que hay:
más perder el tiempo, pensando
con los ojos cerrados,
tu cuerpo en suspensión
viscosa
entre mantas
y mañana.
Lírica venganza
Tengo que escribirte
dentro de un poema
para que aprendas lo que duele
ser tan sólo palabras
sin piel, sin la protección
ni el calor
de la carne que las viste.
Encerrarte entre versos
para que sepas
lo insoportable del picor que dan las letras
entre las sábanas blancas,
como migas de pan seco y restos de liendres
que te arañan por los cuatro costados.
Graparte contra el papel
pinchando tu lengua con alfiler de rimas.
Atarte a puntadas: que no puedas
descoserte aunque lo intentes.
Tengo que devolverte
todo lo que tú has hecho por que no exista
para que al final entiendas
como es de verdad el no ser nada.
dentro de un poema
para que aprendas lo que duele
ser tan sólo palabras
sin piel, sin la protección
ni el calor
de la carne que las viste.
Encerrarte entre versos
para que sepas
lo insoportable del picor que dan las letras
entre las sábanas blancas,
como migas de pan seco y restos de liendres
que te arañan por los cuatro costados.
Graparte contra el papel
pinchando tu lengua con alfiler de rimas.
Atarte a puntadas: que no puedas
descoserte aunque lo intentes.
Tengo que devolverte
todo lo que tú has hecho por que no exista
para que al final entiendas
como es de verdad el no ser nada.
Endecasílabos: jugando con los clásicos, para variar.
Endecasílabos, no sois los reyes,
aunque aquí os empeñéis en lo contrario:
me parecéis un metro estrafalario,
ajeno a mi cerebro y a mis leyes.
No dejaré uncir mi carro a esos bueyes
ni dejarme arrastrar por el rosario
de expertos, que en cada poemario
apagan lo espontáneo con sus fuelles.
Dedicaré mi tiempo a no medirme:
contar letras afecta mi cabeza.
De vosotros tendré que despedirme
y lanzarme a lo que amo con fiereza:
el sencillo placer del verso libre
que mece mis palabras con su fuerza.
Y mientras cocino versos libres, intentaré dejar caer alguna prosilla, que ya toca.
Ilusión
Tersa, brillante, invitadora,
blanca piel de burbuja bailarina
-positivo de tu pupila negra
que la observa, apenas sin creerlo-
chorreante de húmedos sueños
y sonrisas resbaladizas.
No, por favor, no quieras tocarla:
guárdate el dedo febril,inquieto, ansioso,
en el bolsillo de esos tejanos viejos
que se reclinan sobre tus junturas.
La ilusión, flotando ante tus ojos
no admitiría el fervor de un abrazo,
ni el ligero roce del pétalo de esta uña,
media luna de una caricia...
Lo inevitable.
El estallido inunda tus ojeras
con mares no navegables....
Salobres olas descontroladas.
Ensartada en los clavos de la tabla
que abrazas en tu angustia arrepentida
miras arriba, al azul infinito,
que oculta más cóncavos brillos,
blancos positivos de oscuras miradas.
blanca piel de burbuja bailarina
-positivo de tu pupila negra
que la observa, apenas sin creerlo-
chorreante de húmedos sueños
y sonrisas resbaladizas.
No, por favor, no quieras tocarla:
guárdate el dedo febril,inquieto, ansioso,
en el bolsillo de esos tejanos viejos
que se reclinan sobre tus junturas.
La ilusión, flotando ante tus ojos
no admitiría el fervor de un abrazo,
ni el ligero roce del pétalo de esta uña,
media luna de una caricia...
Lo inevitable.
El estallido inunda tus ojeras
con mares no navegables....
Salobres olas descontroladas.
Ensartada en los clavos de la tabla
que abrazas en tu angustia arrepentida
miras arriba, al azul infinito,
que oculta más cóncavos brillos,
blancos positivos de oscuras miradas.
Mi lectura
Mi lectura es mirar desde fuera:
no comprende, se pregunta
mi lectura. Es incompleta: muestra
huecos de dientes caídos,
llagas en su boca muda.
Mi lectura es indirecta,
se enmaraña
en el ovillo, no descifra
los enredos de las hebras,
los nudos que atan las curvas...
Mi lectura es una perra cobarde,
no quiere implicarse, prefiere la duda
a tener que reciclar
panfletos ajados,
ideas absurdas.
Mi lectura es imperfecta,
le faltan detalles,
se pierde en sentidos,
naufraga en la imagen,
se ahoga en el ritmo,
pero ella es así: es mi lectura.
no comprende, se pregunta
mi lectura. Es incompleta: muestra
huecos de dientes caídos,
llagas en su boca muda.
Mi lectura es indirecta,
se enmaraña
en el ovillo, no descifra
los enredos de las hebras,
los nudos que atan las curvas...
Mi lectura es una perra cobarde,
no quiere implicarse, prefiere la duda
a tener que reciclar
panfletos ajados,
ideas absurdas.
Mi lectura es imperfecta,
le faltan detalles,
se pierde en sentidos,
naufraga en la imagen,
se ahoga en el ritmo,
pero ella es así: es mi lectura.
Ya casi no quedan hombres ;)
Cada vez es mas difícil
encontrar hombres sin agenda oculta
que te miren, no a los ojos, sino a las tetas,
que sobrevivan con una sóla noche
y que no se derrumben, doloridos,
cuando te marchas,
sin desear sus cerebros
ni compartir su hipoteca.
Ay, no quedan ya de esos hombres
de piropo simple, políticamente
incorrecto y despampanante,
sólo admiración educada, muchas promesas
que pretenden -¡increíble!- incluso cumplir,
con madres que prefieren ser sólamente suegras,
a resistirse con los dientes a ceder a sus hijitos.
Hombres con hambre de ser padres,
-en vez de como antaño, paternalistas-,
con una lista de nombres, escogidos,
alfabetizados, en archivos
para la prole venidera.
No existen ya hombres insensibles
y egoístas, todos son cajas
de sentimientos
con paredes de azucar glas, que se funden
al mínimo lametón. Piden a gritos
nada más
y nada menos
que se les quiera.
encontrar hombres sin agenda oculta
que te miren, no a los ojos, sino a las tetas,
que sobrevivan con una sóla noche
y que no se derrumben, doloridos,
cuando te marchas,
sin desear sus cerebros
ni compartir su hipoteca.
Ay, no quedan ya de esos hombres
de piropo simple, políticamente
incorrecto y despampanante,
sólo admiración educada, muchas promesas
que pretenden -¡increíble!- incluso cumplir,
con madres que prefieren ser sólamente suegras,
a resistirse con los dientes a ceder a sus hijitos.
Hombres con hambre de ser padres,
-en vez de como antaño, paternalistas-,
con una lista de nombres, escogidos,
alfabetizados, en archivos
para la prole venidera.
No existen ya hombres insensibles
y egoístas, todos son cajas
de sentimientos
con paredes de azucar glas, que se funden
al mínimo lametón. Piden a gritos
nada más
y nada menos
que se les quiera.
La luna
Me miras, luna, como alucinada.
Te pegas a la seda celeste y tibia
del vestido de baile de la tarde,
que sale al encuentro de la noche
para despertar por la mañana
con los ojos enrojecidos por el cansancio,
sacudiéndose sobre la tierra el rocío,
sudor del sexo nocturno,
que deja a la noche preñada de estrellas,
a la hierba de lágrimas,
a la ciudad, de luces,
al durmiente, de fantasmas,
esperando el parto cotidiano
al que asiste la luna malcriada,
agarrada a las faldas de la tarde
y al cabello de la madrugada.
*A la luna de verano, tras ese estupendo eclipse.
Breve coloreado.
Con una patada blanca en la puerta destrozó, a la vez que la madera endeble, mis expectativas y la ilusión de que ese iba a ser un día tranquilo e incoloro.
-¡De aquí no te mueves, so puta!
Y de nuevo me encontré entre el puño y la pared, rodeada por el rojo del amanecer y de la sangre emborronándome la vista.
Si quería cambiar de color, tan sólo podía esperar a la venida del negro, de la noche y de la muerte. Pasivamente como siempre.
Pero aquel día no quise hacerlo.
-¡Muérete tú, so cabrón!
-¿Qué dices? ¡Espera que...
Blanco y azul era el aire desde la azotea, negro el círculo de su boca asombrada mientas caía. El rojo se desvaneció de golpe, con una sola patada.
El día se tornó tranquilo e incoloro.
-¡De aquí no te mueves, so puta!
Y de nuevo me encontré entre el puño y la pared, rodeada por el rojo del amanecer y de la sangre emborronándome la vista.
Si quería cambiar de color, tan sólo podía esperar a la venida del negro, de la noche y de la muerte. Pasivamente como siempre.
Pero aquel día no quise hacerlo.
-¡Muérete tú, so cabrón!
-¿Qué dices? ¡Espera que...
Blanco y azul era el aire desde la azotea, negro el círculo de su boca asombrada mientas caía. El rojo se desvaneció de golpe, con una sola patada.
El día se tornó tranquilo e incoloro.
Llegó ese día cualquiera
Han sido unos meses frenéticos y agotadores. Aquí el "como se hizo"
1) La materia prima:
2) Los "combustibles" necesarios e imprescindibles:
3) La "ayuda editorial"
Llegó ese día, hoy, un día cualquiera:
Porque mis jueves son iguales a mis martes,
-gris oruga de mil patas de minutos
que se persigue a sí misma, interminable,
royendo laberintos en mis sesos-
floto así, momificada en mi rutina.
Una mañana, espesa como todas las otras,
aún borracha del licor destilado de noche y luna,
asaltaré, pecho al descubierto, las mazmorras
del castillo de naipes en que juegan mis dudas…
Será un día cualquiera, y, sin embargo,
los insectos recordarán el sabor de mi carne,
-justo entonces, inesperados.
Y mis piezas mutiladas se pondrán a la venta
en perfectos paquetes cerrados al vacío,
y arrojados como dados sobre los estantes
de las tiendas y de los supermercados.
Cuando, en otro día indefinible,
se den todos mis trozos por vendidos,
la oruga de mi tiempo gris se hará mariposa
buscando otra vida en la que posarse.
Pero no seré yo nada, nadie, ya:
una compra apresurada que se pudre en tu nevera,
que sacarás o tirarás,
un día cualquiera.
Y aquí están, por fin, mis trozos, cubiertos con las tapas que les ha hecho mi amigo Jörg Bennert (si queréis ver más darle con el ratón a los títulos):
La grieta en el hueso de la acera
Pétalos de lenguas mordidas
Si los queréis leer, estaré encantadísima de que lo hagáis, y será un plus, una alegría añadida. Pero yo ya he conseguido lo que andaba buscando realmente: atreverme a hacer esto, hacerlo, y que el resultado no me desagradara.
Mis cositas con tapas ya son reales. Soy, simplemente, feliz.
*NOTA: DEJARÉ ESTA ENTRADA UNOS DÍAS, NO SÓLO PARA HACERME AUTOPUBLICIDAD ;), SINO PORQUE ME TOCA UN DESCANSITO. LA SEMANA QUE VIENE VUELVO A LA CARGA CON MÁS TROCITOS MÍOS, "BY THE FACE". OS CUELGO UNA DE MIS CANCIONES FAVORITAS, POR SI OS ASOMÁIS POR AQUÍ, QUE NO OS ABURRÁIS. BUEN PUENTE A TODOS/AS LOS QUE LO TENÉIS.
1) La materia prima:
2) Los "combustibles" necesarios e imprescindibles:
3) La "ayuda editorial"
Llegó ese día, hoy, un día cualquiera:
Porque mis jueves son iguales a mis martes,
-gris oruga de mil patas de minutos
que se persigue a sí misma, interminable,
royendo laberintos en mis sesos-
floto así, momificada en mi rutina.
Una mañana, espesa como todas las otras,
aún borracha del licor destilado de noche y luna,
asaltaré, pecho al descubierto, las mazmorras
del castillo de naipes en que juegan mis dudas…
Será un día cualquiera, y, sin embargo,
los insectos recordarán el sabor de mi carne,
-justo entonces, inesperados.
Y mis piezas mutiladas se pondrán a la venta
en perfectos paquetes cerrados al vacío,
y arrojados como dados sobre los estantes
de las tiendas y de los supermercados.
Cuando, en otro día indefinible,
se den todos mis trozos por vendidos,
la oruga de mi tiempo gris se hará mariposa
buscando otra vida en la que posarse.
Pero no seré yo nada, nadie, ya:
una compra apresurada que se pudre en tu nevera,
que sacarás o tirarás,
un día cualquiera.
Y aquí están, por fin, mis trozos, cubiertos con las tapas que les ha hecho mi amigo Jörg Bennert (si queréis ver más darle con el ratón a los títulos):
La grieta en el hueso de la acera
Pétalos de lenguas mordidas
Si los queréis leer, estaré encantadísima de que lo hagáis, y será un plus, una alegría añadida. Pero yo ya he conseguido lo que andaba buscando realmente: atreverme a hacer esto, hacerlo, y que el resultado no me desagradara.
Mis cositas con tapas ya son reales. Soy, simplemente, feliz.
*NOTA: DEJARÉ ESTA ENTRADA UNOS DÍAS, NO SÓLO PARA HACERME AUTOPUBLICIDAD ;), SINO PORQUE ME TOCA UN DESCANSITO. LA SEMANA QUE VIENE VUELVO A LA CARGA CON MÁS TROCITOS MÍOS, "BY THE FACE". OS CUELGO UNA DE MIS CANCIONES FAVORITAS, POR SI OS ASOMÁIS POR AQUÍ, QUE NO OS ABURRÁIS. BUEN PUENTE A TODOS/AS LOS QUE LO TENÉIS.
Emoción (alegría)
No cabe en mí mi emoción,
no cabe en mí mi esperanza.
Crece el gozo, y se desbordan
de ilusión todas las aguas.
Mi ilusión no cabe en mí,
no cabe en mí mi alegría:
regocijadas y locas
salpican todo mis risas
Mi risa no cabe en mí,
y en mí bailan mis entrañas:
en mil pedazos saltaron
al tocarlas tus palabras.
Tu palabra, ¿cabe en mí?
¿Cabe tu voz? Desplegada,
miles de hectáreas ocupa
y ya no cabe mi razón.
No cabe en mí tu interior:
mi piel se parte al tocarla
alientos de mi emoción
que de mí anda separada.
*Hoy sí que estoy contenta. Y muchísimo.
Poema libre (Free as a bird)
Poema sin ambición de serlo,
sin un fin concreto, sin rumbo alguno.
Como las personas, como el mundo,
flotando en el mar de opciones infinitas.
El libro de instrucciones de tus letras
editado por un dios con Alzheimer
escrito con tinta invisible
en un idioma inventado
que yo no he estudiado nunca,
que casi no entiendo...
Como a mi mente, como a la vida,
te dejaré crecer a tu albedrío.
No puedo sujetarte, no hay medidas
que te controlen cuando te liberas.
Eres un texto sin tema fijo.
Como yo. Una persona sin rima,
sin metro, sin aliteraciones,
sin metáforas...
Que no se encabalga en el futuro,
que se escapa de las normas previstas.
Por eso te tengo cariño,
y te dejo jugar, malcriado,
con todos los otros niños
en este jardín de palabras.
Pero me asustas.
Mucho.
Dejarte en libertad, sin agarrarte,
hará que te escapes de mi control.
Y no sabré lo que tú eres
hasta que alguien te interprete,
dejes de ser mío,
te pierda...
Te miro desperezarte ante mí,
lento e inseguro.
Como un recién nacido, miedo a la luz en tus ojos...
Y no, no te reconozco.
No sé bien qué es lo que eres....
*Y si asusta ver uno, no veáis el pánico que da soltar un par de cientos de golpe...proximamente, aquí, suelta masiva de versos.
sin un fin concreto, sin rumbo alguno.
Como las personas, como el mundo,
flotando en el mar de opciones infinitas.
El libro de instrucciones de tus letras
editado por un dios con Alzheimer
escrito con tinta invisible
en un idioma inventado
que yo no he estudiado nunca,
que casi no entiendo...
Como a mi mente, como a la vida,
te dejaré crecer a tu albedrío.
No puedo sujetarte, no hay medidas
que te controlen cuando te liberas.
Eres un texto sin tema fijo.
Como yo. Una persona sin rima,
sin metro, sin aliteraciones,
sin metáforas...
Que no se encabalga en el futuro,
que se escapa de las normas previstas.
Por eso te tengo cariño,
y te dejo jugar, malcriado,
con todos los otros niños
en este jardín de palabras.
Pero me asustas.
Mucho.
Dejarte en libertad, sin agarrarte,
hará que te escapes de mi control.
Y no sabré lo que tú eres
hasta que alguien te interprete,
dejes de ser mío,
te pierda...
Te miro desperezarte ante mí,
lento e inseguro.
Como un recién nacido, miedo a la luz en tus ojos...
Y no, no te reconozco.
No sé bien qué es lo que eres....
*Y si asusta ver uno, no veáis el pánico que da soltar un par de cientos de golpe...proximamente, aquí, suelta masiva de versos.
Insensatez pasajera.
Absurdo, absurdo, absurdo.
Muy mala idea.
Una borrachera a destiempo,
un momento de caída.
Pero ¿quién se lo explica a tu cuerpo?
¿qué excusa doy a mi piel? Ellos no entienden
de razón, motivo, causa, efecto,
se desentienden
de la moral,
no consideran
las consecuencias,
¿cómo decirles
“no puede ser”
cuando lideran
la marcha triunfal
con el alcohol
como estandarte?
Suerte, tener quien los frene.
Suerte, temer lo peor
y utilizar la realidad
como excusa. Mala suerte,
ese cruce de caminos
que no lleva
hacia ningún buen rincón.
Mala suerte
el destiempo agudizado
por la eterna
insolventable
situación.
Desprevenidos
nos cogió la circunstancia:
¡es tan difícil
tener a quién desear! Ser cobarde
es el último refugio. No descarrilo
del raíl directo y frío
que me lleva
hasta esta simple negación. Ni siguiendo
los caminos que me pierdan
lograría
que esto fuera lo mejor. El deseo
se acumula en mis pantallas
de quimeras,
arde en mí la confusión. No preguntes
si es posible lo que piensas. No respondo
de cual es la solución. Entretejo
mil excusas sin sentido. La demora
de respuesta es un mojón
insensato
colocado sin saberlo
que me limpia
de colores la razón. No me importa
donde acabe este sendero,
el que sigo
sin tener a donde ir. Desesperas:
veo tus fosas nasales
agrietarse,
deseando
lo que no te puedo dar;
intentando
contener todo el deseo
me salpicas
con las ansias y el ardor
que no obtengo
porque mejor te rechazo. Te detengo
porque yo soy la que soy. No me pidas
imposibles: no los tengo. Te daría
todo pero no lo doy. Si pudiera
las puertas se te abrirían. Me da miedo
sentirte tan solo hoy.
Peligrosa sirena nocturna
Hubiese preferido ser Sherezade
enroscando historias en historias,
manteniendo despiertos a los incautos visitantes
que se aventurasen en mi nocturna guarida.
Solitarios,
arrastrados por la tempestad o el trueno,
hallando refugio, inesperado,
en la promesa de vino y cálidas palabras.
Enredados
en mis palabras, se quedarían
horas sin fin
hasta que el alba interviniese, y mis palabras
se fundieran en tibio vapor de rocío.
Pero soy tan solo otra, una de tantas,
sirena nocturna
cantando al vacío, hablándole a la cera
indestructible y opaca
que os defiende de mi peligroso canto.
Ayer, estaba triste.
Hoy, simplemente furiosa.
Quisiera ser Sherezade, para ataros fuerte
a mí, no estar otra vez en la noche
sola,
acunando al agua durmiente
que se retuerce a en sus pesadillas
como una loca,
fría y resbaladiza.
enroscando historias en historias,
manteniendo despiertos a los incautos visitantes
que se aventurasen en mi nocturna guarida.
Solitarios,
arrastrados por la tempestad o el trueno,
hallando refugio, inesperado,
en la promesa de vino y cálidas palabras.
Enredados
en mis palabras, se quedarían
horas sin fin
hasta que el alba interviniese, y mis palabras
se fundieran en tibio vapor de rocío.
Pero soy tan solo otra, una de tantas,
sirena nocturna
cantando al vacío, hablándole a la cera
indestructible y opaca
que os defiende de mi peligroso canto.
Ayer, estaba triste.
Hoy, simplemente furiosa.
Quisiera ser Sherezade, para ataros fuerte
a mí, no estar otra vez en la noche
sola,
acunando al agua durmiente
que se retuerce a en sus pesadillas
como una loca,
fría y resbaladiza.
Casandra
Casandra predijo
que los actores serían reyes
hace ya mucho tiempo.
Todos se rieron,
nadie la creyó,
era dificil hacer otra cosa, entonces...
Pero Casandra
predijo también que los pájaros
volverían a emigrar al desierto,
que la vida estallaría
que las gentes moririan
de placer discutiendo esas visiones
incomprensibles,
y Casandra
escuchó gritos de furia,
mientras corría con el pelo revuelto
y el bolso golpeándole la espalda.
Casandra sabía
de las mareas de hombres de lenguas arqueadas
que invadirían el territorio,
de los números recurrentes y repetitivos
de la caída de las altas casas
del movimiento de la tierra
bajo los pies,
¡pobre Casandra!
Tanto sabía, sin poder evitarlo,
tanto ocultaba.
que los actores serían reyes
hace ya mucho tiempo.
Todos se rieron,
nadie la creyó,
era dificil hacer otra cosa, entonces...
Pero Casandra
predijo también que los pájaros
volverían a emigrar al desierto,
que la vida estallaría
que las gentes moririan
de placer discutiendo esas visiones
incomprensibles,
y Casandra
escuchó gritos de furia,
mientras corría con el pelo revuelto
y el bolso golpeándole la espalda.
Casandra sabía
de las mareas de hombres de lenguas arqueadas
que invadirían el territorio,
de los números recurrentes y repetitivos
de la caída de las altas casas
del movimiento de la tierra
bajo los pies,
¡pobre Casandra!
Tanto sabía, sin poder evitarlo,
tanto ocultaba.
colada de versos
Oculta en medio del caos,
de las avalanchas de palabras
que surgen a borbotones,
que me rodean, incesantes
hay
una
planicie
desierta.
Línea recta extendida entre mis orejas.
Nada.
Sólo vacío, ni un sonido...
Si pudiera pensar...
Algo...
En algo...
Pararme aunque fuera un minuto,
un instante de ángulos recortados,
un segundo de de concavidad plumosa...
Encontraría, tal vez,
las eses de algún susurro,
las emes de algún murmullo,
las pes de palabras perdidas,
húmedas de sudor y lágrimas:
colada de trazos chorreantes
tendida a secar con pinzas de erres
de la cuerda fina y dura
de mi tirante inconsciencia.
de las avalanchas de palabras
que surgen a borbotones,
que me rodean, incesantes
hay
una
planicie
desierta.
Línea recta extendida entre mis orejas.
Nada.
Sólo vacío, ni un sonido...
Si pudiera pensar...
Algo...
En algo...
Pararme aunque fuera un minuto,
un instante de ángulos recortados,
un segundo de de concavidad plumosa...
Encontraría, tal vez,
las eses de algún susurro,
las emes de algún murmullo,
las pes de palabras perdidas,
húmedas de sudor y lágrimas:
colada de trazos chorreantes
tendida a secar con pinzas de erres
de la cuerda fina y dura
de mi tirante inconsciencia.
Ni poética ni literaria
Que me disculpen los que vengan buscando entradas más o menos literarias en este blog: hoy no toca.
Y me niego, rotundamente, a crear otra bitácora sólo para momentos como éste, en los que me apetece simplemente colgar unas pocas impresiones personales. Demasiadas páginas tengo ya abiertas...
Hoy debo de estar sensible: todo me parece bonito. No, eso no es cierto. Sólo es que creo que me he negado a ver o retener lo feo, lo desagradable, lo triste. Hoy sólo me estoy dejando tocar por cosas que me parecen bellas, estimulantes. Un acto de defensa propia ante las paredes grises que amenazan con devorarme viva,cada día, en la oficina.
Hoy voy a ser literal, no literaria. A pesar de que el cielo esté nublado, tan gris como las paredes. Prefiero verlo sólo a medias.
He sonreído al ver tres gorrioncillos descarados, dándose un baño alegremente en un pequeño oasis de arena seca, como si fuera una laguna de aguas doradas, jugando con los picos, aleteando y salpicándose unos a otros. Me ha alegrado que pudieran aprovechar ese descuido que un camión de obras dejó en medio de la calle.
Me ha tocado la fibra un gatito diminuto, flacucho y gris, que andaba junto a los cubos de basura de un restaurante, jugando con un trocito de plástico, ensimismado en la persecución como si se tratara de una cacería en toda regla.
Los álamos de hoja plateada acariciaban suavemente a unos rígidos cipreses, junto al cementerio. Me he reído, pensando en otra cosa. Ya sabéis.
Una amapola solitaria se erguía con toda su dignidad y su rojo fuego en el centro de un cuadrado irregular de hierba verde...¡tan verde!. El rojo sobre el verde siempre me produce un aleteo en el espíritu que no puedo controlar, pero es una sensación demasiado agradable para rechazarla o combatirla. La he disfrutado, una vez más.
Me ha llegado el aviso de entrega de un muy esperado paquete. Mañana puede estar en mis manos. ¡Qué alegría!
La nevera, que ayer renqueaba, sigue funcionando aún a mi regreso, como una campeona. Así que he podido disfrutar de un buen trago de agua fría y sin sabor a grifo...sí, hay algún que otro placer mayor que ese, pero no tantos, no tantos...
He vuelto a un lugar a donde no iba hacía meses, y me han recibido con un saludo y una calurosa sonrisa. Ni siquiera creía que me recordaran, ya véis.
L y yo nos hemos descalzado en pleno pasillo para comparar nuestros pies. Sus uñas son más bonitas, pero mis pies son más finos. Ha sido divertido, sacar los dedos al aire y utilizar unos cuantos minutos para discutir algo tan poco fundamental...un gusto.
Me han lanzado un par de flores-palabras informáticas. Nada baboso, no me gusta lo baboso. Justo lo que necesitaba oír, justo a tiempo.
Me he encontrado con otra de esas coincidencias de pensamiento-realidad que de tanto en tanto me sacuden. Otra sonrisa inesperada. Casi me parecía ilegal, estar sonriendo tanto.
En definitiva, creo que las paredes grises hoy no han podido conmigo. Y en cuanto salga de la ducha, en un ratito, no quedará nada sobre mi piel del efecto nocivo de su presencia a mi alrededor.
Hoy ha sido un día repleto de hechos simples, y como en muchos de los días en los que puedo elegir agarrarme a lo simple, sin duda: he ganado yo. Sé que no puede durar, pero mi elección es que tampoco voy a pensar en eso. No ahora.
Y esto es lo que quería colgar en el blog esta tarde. Me he quitado los zapatos en mi propia casa y me he puesto cómoda un ratito a vuestra costa. Aunque no sea nada literario. Un día es un día.
No llevaba la cámara. Igualmente, soy horrible con ella, pero os dejo unas imágenes de otros días, de otros momentos igual de simples, igual de intensos para mí. Espero que alguna os guste.
Entregas a domicilio
Entregas a domicilio:
yo, contra reembolso
de dos palabras amables.
No soy un objeto valioso, me consta.
Me contento
con el pincel de una lengua,
con la caricia que pasa
suave, sobre mis ojos,
y cansada, suspira.
yo, contra reembolso
de dos palabras amables.
No soy un objeto valioso, me consta.
Me contento
con el pincel de una lengua,
con la caricia que pasa
suave, sobre mis ojos,
y cansada, suspira.
Concurso
Participo en un concurso
donde de premio hay tu risa.
No puedo ganar fácilmente.
Tendré que dejarme las uñas
clavadas al suelo, y marcar,
con suaves yemas desnudas,
hoyuelos en tus mejillas.
donde de premio hay tu risa.
No puedo ganar fácilmente.
Tendré que dejarme las uñas
clavadas al suelo, y marcar,
con suaves yemas desnudas,
hoyuelos en tus mejillas.
Calidoscopio (II)
Bueno, pues la gente de Calidoscopio ha pensado que un par de mis cosillas eran lo suficientemente aceptables para incluírlas en la edición de este mes "El mar". Y lo que me hace mucha ilusión, personalmente, también han puesto junto con mis textos una imagen original que hizo mi amigo Jörg, que es un artista genial. Por si queréis echar un ojo:
Calidoscopio
Como os dije en otra ocasión, hay cosas muy interesantes en esta revista digital, mucha gente de gran talento. Un placer estar ahí en medio. Os recomiendo leérosla enterita, no tiene desperdicio.
Calidoscopio
Como os dije en otra ocasión, hay cosas muy interesantes en esta revista digital, mucha gente de gran talento. Un placer estar ahí en medio. Os recomiendo leérosla enterita, no tiene desperdicio.
El corredor sin fondo (borrador)
Las vacaciones han sido muy intensas, tanto que no he traído muchas historias escritas, aunque sí en la cabeza. Os dejo un borradorcito,algo así como un principio de relato... ya iré poniendo más cosas.
Salí corriendo, porque no me apetecía morirme justo ese día. Los días 4 son poco elegantes, fechas insulsas; salvo para los americanos, claro.
A mis espaldas, estaba seguro, pendía la posibilidad de mi exterminio en vuelo. Mis pies se confundían con el polvo que levantaba al correr y deseé que la nube ocre cubriera mi rastro. Improbable, pero, así son la mayoría de los deseos ¿no?
Era extraña la velocidad de mi cerebro, mayor incluso que la de mis pies. Allí estaba yo, sin resuello y filosofando sobre la condición humana y el respeto debido a los pensamientos abstractos. Supongo que era la adrenalina. Tomé una nota mental, proponer al COI una “Filosompiada”: competiciones deportivas en las que se iba registrando a la vez el pensamiento del corredor-filósofo. Premio al vencedor y a la idea más innovadora y profunda. En lugar de laureles, podrían…
En fin, llegado este punto de fusión con el infinito, colocado mi cerebro por la droga más barata y definitiva, el pánico más extremo, tropecé. Era de esperar. Ni tiempo me dio a poner las manos, así que caí de cara, o más bien sobre mi mayor protuberancia facial, o sea de narices, contra el suelo polvoriento. Una esnifadita de caca de pájaro y tierra seca, un toque de lija en el cutis y allí quedé, tendido en el suelo como una alfombra grumosa.
Pensé, mientras mi perseguidor se acercaba a la carrera, que iba a ser difícil que aplazara mi ejecución al día 5, fecha numéricamente más gratificante.
Una sombra cayó sobre mí. Una sombra blanca y ominosa que me hablaba:
-De verdad, Juan Carlos. Mira que eres gilipollas a veces...
Con labios magullados , farfullé:
-No me cogerás vivo, so bruja
La enfermera suspiró.
- Venga, vamos, si es un pinchacito de nada. Y ya verás lo tranquilo que te quedas después.
"¿Pinchacito de nada?" Sólo pensarlo me hizo venir escalofríos. Y en un impulso desesperado me levanté, esquivé las manos que se abalanzaban hacia mí y salí corriendo de nuevo. Por desgracia, sin mirar hacia donde. Lo último que recuerdo es la voz de la bruja gritando, mi nombre enredado en un par de insultos y, por fin, el golpe de la jardinera contra mi espinilla. Luego todo es borroso, el cielo contra el suelo o al revés, y del final del incidente no me queda más que un color gris oscuro en la memoria.
Salí corriendo, porque no me apetecía morirme justo ese día. Los días 4 son poco elegantes, fechas insulsas; salvo para los americanos, claro.
A mis espaldas, estaba seguro, pendía la posibilidad de mi exterminio en vuelo. Mis pies se confundían con el polvo que levantaba al correr y deseé que la nube ocre cubriera mi rastro. Improbable, pero, así son la mayoría de los deseos ¿no?
Era extraña la velocidad de mi cerebro, mayor incluso que la de mis pies. Allí estaba yo, sin resuello y filosofando sobre la condición humana y el respeto debido a los pensamientos abstractos. Supongo que era la adrenalina. Tomé una nota mental, proponer al COI una “Filosompiada”: competiciones deportivas en las que se iba registrando a la vez el pensamiento del corredor-filósofo. Premio al vencedor y a la idea más innovadora y profunda. En lugar de laureles, podrían…
En fin, llegado este punto de fusión con el infinito, colocado mi cerebro por la droga más barata y definitiva, el pánico más extremo, tropecé. Era de esperar. Ni tiempo me dio a poner las manos, así que caí de cara, o más bien sobre mi mayor protuberancia facial, o sea de narices, contra el suelo polvoriento. Una esnifadita de caca de pájaro y tierra seca, un toque de lija en el cutis y allí quedé, tendido en el suelo como una alfombra grumosa.
Pensé, mientras mi perseguidor se acercaba a la carrera, que iba a ser difícil que aplazara mi ejecución al día 5, fecha numéricamente más gratificante.
Una sombra cayó sobre mí. Una sombra blanca y ominosa que me hablaba:
-De verdad, Juan Carlos. Mira que eres gilipollas a veces...
Con labios magullados , farfullé:
-No me cogerás vivo, so bruja
La enfermera suspiró.
- Venga, vamos, si es un pinchacito de nada. Y ya verás lo tranquilo que te quedas después.
"¿Pinchacito de nada?" Sólo pensarlo me hizo venir escalofríos. Y en un impulso desesperado me levanté, esquivé las manos que se abalanzaban hacia mí y salí corriendo de nuevo. Por desgracia, sin mirar hacia donde. Lo último que recuerdo es la voz de la bruja gritando, mi nombre enredado en un par de insultos y, por fin, el golpe de la jardinera contra mi espinilla. Luego todo es borroso, el cielo contra el suelo o al revés, y del final del incidente no me queda más que un color gris oscuro en la memoria.
Ser música
Ser música,
una nota más en el mar de notas,
una presencia anónima,
naufragando tu yo en la melodía.
Ser una voz
en un mar de voces que se elevan,
filamento de pluma en las alas del sonido
Ecos .
Repetidos sobre las cabezas,
golpeando en el cielo y bajando hasta los dedos
de los pies,
vibrantes.
El leve roce de una mano
en este momento,
daría al traste con la compostura.
Es mejor no tocarse, entonces,
dejar al cuerpo olvidado,
flotando en el sonido,
suspendido
entre
silencio
y
silencio,
Sí, es mejor no poder tocarse.
Es mejor ser música.
*Estaré unos días fuera, aunque os dejo la publicación en automático. Perdonad si no os respondo a los comentarios.
una nota más en el mar de notas,
una presencia anónima,
naufragando tu yo en la melodía.
Ser una voz
en un mar de voces que se elevan,
filamento de pluma en las alas del sonido
Ecos .
Repetidos sobre las cabezas,
golpeando en el cielo y bajando hasta los dedos
de los pies,
vibrantes.
El leve roce de una mano
en este momento,
daría al traste con la compostura.
Es mejor no tocarse, entonces,
dejar al cuerpo olvidado,
flotando en el sonido,
suspendido
entre
silencio
y
silencio,
Sí, es mejor no poder tocarse.
Es mejor ser música.
*Estaré unos días fuera, aunque os dejo la publicación en automático. Perdonad si no os respondo a los comentarios.
En defensa de la luz
En defensa de la luz
diré, que no quiso arrancar
las estrellas a las ramas
del árbol de la madrugada.
Sí, fue ella la que entró
igual que un ladrón, forzando
los ojos de tus persianas,
y allanó tu dormitorio
como un criminal, con rabia.
No la juzgues por su crimen, no:
yo hubiese querido imitarla
volar desde tu balcón,
planear sobre tu cara,
besar despacio tus ojos
y lamer tus telarañas.
*Estaré unos días fuera, aunque os dejo la publicación en automático. Perdonad si no os respondo a los comentarios.
diré, que no quiso arrancar
las estrellas a las ramas
del árbol de la madrugada.
Sí, fue ella la que entró
igual que un ladrón, forzando
los ojos de tus persianas,
y allanó tu dormitorio
como un criminal, con rabia.
No la juzgues por su crimen, no:
yo hubiese querido imitarla
volar desde tu balcón,
planear sobre tu cara,
besar despacio tus ojos
y lamer tus telarañas.
*Estaré unos días fuera, aunque os dejo la publicación en automático. Perdonad si no os respondo a los comentarios.
Alegría
Ruedan esos cascabeles
de perlas garganta arriba
estallan de gozo en tus ojos
y reinan en tus mejillas.
Por saber que lo peor
no está a punto de ocurrir
la alegría te embargó:
ahora ya puedes reír.
Nada va mal, es decir
que los hados te acompañan:
mariposas de placer
se agitan en tus entrañas
Deja brincar ese muelle
que apretabas en tu vientre,
y que contagie con sus saltos
a todo el que te rodee.
*Estaré unos días fuera, aunque os dejo la publicación en automático. Perdonad si no os respondo a los comentarios.
de perlas garganta arriba
estallan de gozo en tus ojos
y reinan en tus mejillas.
Por saber que lo peor
no está a punto de ocurrir
la alegría te embargó:
ahora ya puedes reír.
Nada va mal, es decir
que los hados te acompañan:
mariposas de placer
se agitan en tus entrañas
Deja brincar ese muelle
que apretabas en tu vientre,
y que contagie con sus saltos
a todo el que te rodee.
*Estaré unos días fuera, aunque os dejo la publicación en automático. Perdonad si no os respondo a los comentarios.
Coincidencias
Letargo de magnitud 7
en la escala de Richter
trastocando la vida cotidiana
con su marea constante e invasiva,
batiendo y latiendo.
Reloj, que marcas las horas,
hasta que mi hora me llegue, y después,
aún más allá, hasta que llegue la tuya...
no detengas, no, tu terco camino.
Recovecos de paciencia
en las grietas de mi tedio.
Las lecturas del mundo son infinitas
y finitos son los acertijos
que lo que es real ofrece.
Se repiten los contactos
uno a uno aparecen de nuevo
destilando coincidencias
en las grietas de mi tiempo.
Aroma de algo conocido
que inunda de pronto lo ajeno
traduciéndolo en inquietudes
que me excitan el cerebro
*Estaré unos días fuera, aunque os dejo la publicación en automático. Perdonad si no os respondo a los comentarios.
en la escala de Richter
trastocando la vida cotidiana
con su marea constante e invasiva,
batiendo y latiendo.
Reloj, que marcas las horas,
hasta que mi hora me llegue, y después,
aún más allá, hasta que llegue la tuya...
no detengas, no, tu terco camino.
Recovecos de paciencia
en las grietas de mi tedio.
Las lecturas del mundo son infinitas
y finitos son los acertijos
que lo que es real ofrece.
Se repiten los contactos
uno a uno aparecen de nuevo
destilando coincidencias
en las grietas de mi tiempo.
Aroma de algo conocido
que inunda de pronto lo ajeno
traduciéndolo en inquietudes
que me excitan el cerebro
*Estaré unos días fuera, aunque os dejo la publicación en automático. Perdonad si no os respondo a los comentarios.
El pintor
Hay un grifo que gotea, al fondo. Gotas que caen. Gotas frías de sudor se deslizan también sobre mi piel caliente. El pequeño pintor me mira sin verme, midiéndome…me descuartiza con los ojos, creando formas cúbicas mentales que deforman mis curvas desnudeces.
Una mosca se posa en mi muslo. Odio las moscas, involuntariamente mi pierna se mueve para ahuyentarla.
-No, no te muevas- susurra furiosamente el artista, entre dientes, como si estuviéramos en una iglesia y no se pudiera alzar la voz.
-Lo siento-respondo yo en el mismo tono, respetando la sacralidad del momento.
No sabía que esto iba a ser así. No, no lo sabía, cuando hace unas noches me acercó en la calle ese hombre pequeñito, triste, insignificante.
-Guapo, ¿quieres compañía?
-No, sólo quiero pintarte.
Pensé inmediatamente en maquillaje, en algún extraño fetichismo de pintalabios y rimel.
-No hay problema, si pagas.
-Sí, claro. Si me vales.
-Cariño, soy mercancía de primera, ya verás, te vas a divertir…soy chocolate caliente, te gustará.
Subimos a su pequeño apartamento, sobre una verdulería. Las escaleras olían a frescor, a sandía recién abierta y tierra mojada. Cerró la puerta y sin tocarme, me ordenó “desnúdate”. No vi razón para no hacerlo. A mi pequeño cliente le gustaba ir al grano. Me quedé desnuda enseguida, a tirones, dejando caer la poca ropa que llevaba puesta al suelo. Me dejé puestas las sandalias plateadas.
-Los zapatos también.
No, no era de esos fetichistas. Me miró de cerca, luego desde dos pasos atrás. Dio la vuelta a mi alrededor, buscando yo no sé qué, aún sin tocarme. Me impacienté, mi tiempo es dinero.
-¿Qué? ¿Te sirvo?
-Tal vez. Creo que sí, me sirves.
Me tomó del brazo. Delicada, firmemente, me condujo a un sillón cubierto de telas rojas y negras.
-Quieta, yo te coloco.
Y dispuso mi cuerpo, mis brazos, mis piernas, abiertas, mis manos, mi cabeza…apenas sin tocar, con roces como de patas de insecto. Me estremecí. Me miró a los ojos. “No muevas ni un músculo. Tranquila, te pagaré”
Y no me tocó más. Sacó unos pinceles de su estuche, y empezó a atacar con rabia un lienzo que tenía en un rincón del cuarto. Aquel día me pagó, la tarifa habitual. Luego acordamos un precio justo.
Y así seguimos, tarde tras tarde. El pequeño pintor me coloca en el sillón, y se pone a trabajar en silencio. Mientras, mi mente divaga, navega…Pero, una tarde, mientras lo miro…comienzo a notar sus ojos cada vez más oscuros, más intensos…puedo sentir el lametazo de ese pincel suave y furioso, esa extensión de la mano del pintor, sobre mi piel, toda su pasión en mí, marcando mis contornos, dibujando mis formas, entrando en mis pliegues, agudizando mis sombras, sus pinceladas cada vez más y más enérgicas, el aliento entrecortado, los ojos brillantes, la pintura cada vez más resbaladiza en mi cuerpo sudoroso. Al fondo, el grifo que gotea, marcando el tiempo que pasa. Las gotas de mi sudor se deslizan sin tregua...
Pero no soy el lienzo. El pequeño pintor no me tocó nunca. Tampoco hoy.
-Puedes vestirte, gracias.
Me despierto, como de un sueño. Me resulta difícil moverme de nuevo. No quiero moverme de nuevo, no quiero salir de mi fantasía, no ahora.
-¿Ya está?
-Ya. ¿Quieres verlo?
-No, ¿para qué?. No entiendo un carajo de pintura.
Me despide con una media sonrisa, y un sobre con el dinero por mi trabajo.
Vuelvo a mi cuarto alquilado. Hoy no trabajo más, no hay ganas. Me tumbo, mirando al techo, y mi mente empieza a vagar….Ese pequeño pintor…el único hombre que ha pasado sobre mi piel desnuda sin tocarla. El que ha devuelto por un momento la ilusión del deseo a esta puta vieja y amargada.
Era agua estancada, negra y podrida. Ahora soy un grifo que gotea, gotea, gotea.
Una mosca se posa en mi muslo. Odio las moscas, involuntariamente mi pierna se mueve para ahuyentarla.
-No, no te muevas- susurra furiosamente el artista, entre dientes, como si estuviéramos en una iglesia y no se pudiera alzar la voz.
-Lo siento-respondo yo en el mismo tono, respetando la sacralidad del momento.
No sabía que esto iba a ser así. No, no lo sabía, cuando hace unas noches me acercó en la calle ese hombre pequeñito, triste, insignificante.
-Guapo, ¿quieres compañía?
-No, sólo quiero pintarte.
Pensé inmediatamente en maquillaje, en algún extraño fetichismo de pintalabios y rimel.
-No hay problema, si pagas.
-Sí, claro. Si me vales.
-Cariño, soy mercancía de primera, ya verás, te vas a divertir…soy chocolate caliente, te gustará.
Subimos a su pequeño apartamento, sobre una verdulería. Las escaleras olían a frescor, a sandía recién abierta y tierra mojada. Cerró la puerta y sin tocarme, me ordenó “desnúdate”. No vi razón para no hacerlo. A mi pequeño cliente le gustaba ir al grano. Me quedé desnuda enseguida, a tirones, dejando caer la poca ropa que llevaba puesta al suelo. Me dejé puestas las sandalias plateadas.
-Los zapatos también.
No, no era de esos fetichistas. Me miró de cerca, luego desde dos pasos atrás. Dio la vuelta a mi alrededor, buscando yo no sé qué, aún sin tocarme. Me impacienté, mi tiempo es dinero.
-¿Qué? ¿Te sirvo?
-Tal vez. Creo que sí, me sirves.
Me tomó del brazo. Delicada, firmemente, me condujo a un sillón cubierto de telas rojas y negras.
-Quieta, yo te coloco.
Y dispuso mi cuerpo, mis brazos, mis piernas, abiertas, mis manos, mi cabeza…apenas sin tocar, con roces como de patas de insecto. Me estremecí. Me miró a los ojos. “No muevas ni un músculo. Tranquila, te pagaré”
Y no me tocó más. Sacó unos pinceles de su estuche, y empezó a atacar con rabia un lienzo que tenía en un rincón del cuarto. Aquel día me pagó, la tarifa habitual. Luego acordamos un precio justo.
Y así seguimos, tarde tras tarde. El pequeño pintor me coloca en el sillón, y se pone a trabajar en silencio. Mientras, mi mente divaga, navega…Pero, una tarde, mientras lo miro…comienzo a notar sus ojos cada vez más oscuros, más intensos…puedo sentir el lametazo de ese pincel suave y furioso, esa extensión de la mano del pintor, sobre mi piel, toda su pasión en mí, marcando mis contornos, dibujando mis formas, entrando en mis pliegues, agudizando mis sombras, sus pinceladas cada vez más y más enérgicas, el aliento entrecortado, los ojos brillantes, la pintura cada vez más resbaladiza en mi cuerpo sudoroso. Al fondo, el grifo que gotea, marcando el tiempo que pasa. Las gotas de mi sudor se deslizan sin tregua...
Pero no soy el lienzo. El pequeño pintor no me tocó nunca. Tampoco hoy.
-Puedes vestirte, gracias.
Me despierto, como de un sueño. Me resulta difícil moverme de nuevo. No quiero moverme de nuevo, no quiero salir de mi fantasía, no ahora.
-¿Ya está?
-Ya. ¿Quieres verlo?
-No, ¿para qué?. No entiendo un carajo de pintura.
Me despide con una media sonrisa, y un sobre con el dinero por mi trabajo.
Vuelvo a mi cuarto alquilado. Hoy no trabajo más, no hay ganas. Me tumbo, mirando al techo, y mi mente empieza a vagar….Ese pequeño pintor…el único hombre que ha pasado sobre mi piel desnuda sin tocarla. El que ha devuelto por un momento la ilusión del deseo a esta puta vieja y amargada.
Era agua estancada, negra y podrida. Ahora soy un grifo que gotea, gotea, gotea.
Nada
Poseo nada,
porque nada es lo que merezco.
Y me gustaría no sentirme así.
No ahora,
no con esta luz seca y rugosa que araña mis párpados
como el gato a la puerta de la habitación.
Los surcos son profundos y dolorosos
y dejan huellas indelebles
sobre las pantallas de noche que pretenden en vano protegerme
de la nada
que me envuelve,
amante omnisciente de límpido escalofrío.
La luz no me engaña, la visión no existe,
para mí.
Y los dedos son cómplices del duro engaño,
mienten para mí, sicarios de la falsedad,
como si sosteniendo la pluma me ayudaran
a sostenerme.
¡Qué engaño!
Las palabras son arenas movedizas
sobre abismos interplanetarios
blancos, puertas de atrás de agujeros negros,
por donde los poetas, indefensos, resbalamos.
porque nada es lo que merezco.
Y me gustaría no sentirme así.
No ahora,
no con esta luz seca y rugosa que araña mis párpados
como el gato a la puerta de la habitación.
Los surcos son profundos y dolorosos
y dejan huellas indelebles
sobre las pantallas de noche que pretenden en vano protegerme
de la nada
que me envuelve,
amante omnisciente de límpido escalofrío.
La luz no me engaña, la visión no existe,
para mí.
Y los dedos son cómplices del duro engaño,
mienten para mí, sicarios de la falsedad,
como si sosteniendo la pluma me ayudaran
a sostenerme.
¡Qué engaño!
Las palabras son arenas movedizas
sobre abismos interplanetarios
blancos, puertas de atrás de agujeros negros,
por donde los poetas, indefensos, resbalamos.
Carta de una loca a su amigo muerto. (Death and the maiden)
El momento pasó
de repente,
con un aullido silencioso, con una
bocanada fría,
exhalando
hasta el último recuerdo.
Las horas, enfermas y mustias,
fueron
cenizas disueltas en brisa.
En polvo te convertirás, ahora que
la efervescencia
de la vida curó por fin tu mal,
ese de lo efímero,
dejando solo las llagas
sobre mis ojos,
y veneno purulento en las heridas.
Te has ido para ser lo que no eres,
te has ido para no ser
lo que una vez prometiste. Te has ido sin preguntar,
sin un sollozo o un colorido aspaviento.
Altivo como el ciervo en la montaña, resuena
tu garganta de saxo, reclamando
posesión
de un territorio baldío. Te has ido porque
buscabas
lo que no tenías, porque arañabas
lo nuevo, para no llegar a viejo
y enclaustrarte en un principio
desollador de promesas, vacío; te has ido
sin rumbo y sin importarte, sin dejar una nota en clave
de sol, ni siquiera de sombra mordisqueada
por la luz, ni unas lineas retornadas
a la pulpa blanca de algún folio. Te
has ido, arrancaste las páginas del
sumario, el índice y hasta el pulgar, y lo diste
de comer a las palomas. Y te has ido. Tenías
las muñecas enrojecidas y blancas
por esos grilletes de rabia, que se han quedado
aquí, huérfanos de cautivo, desconsolados
a los pies de tu perchero,
indecisos sobre si volverse guantes
o zuecos de tacón de aguja, metamorfosis
desesperante que, porque te has ido, no observarán
tus pupilas, aprendizas de tu genio.
El momento se fue contigo, sin tú
tomarlo, enquistado en la raíz
profunda de tu pelo, que sigue, a pesar de ti, creciendo.
Te has ido hasta allí, tan lejos
que no cabe ya el regreso.
El reloj de pared ha sufrido,
tras tu marcha, una sobredosis de
ansiolíticos, y el pájaro que cantaba
la rigidez de las horas cayó abatido
a golpes por las agujas, agitadas
e incoherentes.
Tú te has ido, y es el tiempo el que hoy se ha muerto.
de repente,
con un aullido silencioso, con una
bocanada fría,
exhalando
hasta el último recuerdo.
Las horas, enfermas y mustias,
fueron
cenizas disueltas en brisa.
En polvo te convertirás, ahora que
la efervescencia
de la vida curó por fin tu mal,
ese de lo efímero,
dejando solo las llagas
sobre mis ojos,
y veneno purulento en las heridas.
Te has ido para ser lo que no eres,
te has ido para no ser
lo que una vez prometiste. Te has ido sin preguntar,
sin un sollozo o un colorido aspaviento.
Altivo como el ciervo en la montaña, resuena
tu garganta de saxo, reclamando
posesión
de un territorio baldío. Te has ido porque
buscabas
lo que no tenías, porque arañabas
lo nuevo, para no llegar a viejo
y enclaustrarte en un principio
desollador de promesas, vacío; te has ido
sin rumbo y sin importarte, sin dejar una nota en clave
de sol, ni siquiera de sombra mordisqueada
por la luz, ni unas lineas retornadas
a la pulpa blanca de algún folio. Te
has ido, arrancaste las páginas del
sumario, el índice y hasta el pulgar, y lo diste
de comer a las palomas. Y te has ido. Tenías
las muñecas enrojecidas y blancas
por esos grilletes de rabia, que se han quedado
aquí, huérfanos de cautivo, desconsolados
a los pies de tu perchero,
indecisos sobre si volverse guantes
o zuecos de tacón de aguja, metamorfosis
desesperante que, porque te has ido, no observarán
tus pupilas, aprendizas de tu genio.
El momento se fue contigo, sin tú
tomarlo, enquistado en la raíz
profunda de tu pelo, que sigue, a pesar de ti, creciendo.
Te has ido hasta allí, tan lejos
que no cabe ya el regreso.
El reloj de pared ha sufrido,
tras tu marcha, una sobredosis de
ansiolíticos, y el pájaro que cantaba
la rigidez de las horas cayó abatido
a golpes por las agujas, agitadas
e incoherentes.
Tú te has ido, y es el tiempo el que hoy se ha muerto.
poema risueño
Me río porque me río,
mirándome a mí misma, sin compasión.
¡Lo que hay que ver, tanto cuerpo
soportando a tan poca cabeza...!
Me río de mí misma. Algo bien sano.
¿Por qué me decís pues que estoy enferma
con frías voces de lija, que arañan mis ojos?
No me haréis llorar, no. Me río, ¡estoy TAN contenta!
Lapidarias, vuestras absurdas sentencias
cargo a mis espaldas con forma de N:
No entenderéis nada de lo que digo
aunque os lo grite, u os o lo deletree.
Peor para vosotros, yo me río.
Porque me río, ¿hace falta dar más detalles?
Porque sí, porque estoy contenta
y nada me parece tan trascendente
mirándome a mí misma, sin compasión.
¡Lo que hay que ver, tanto cuerpo
soportando a tan poca cabeza...!
Me río de mí misma. Algo bien sano.
¿Por qué me decís pues que estoy enferma
con frías voces de lija, que arañan mis ojos?
No me haréis llorar, no. Me río, ¡estoy TAN contenta!
Lapidarias, vuestras absurdas sentencias
cargo a mis espaldas con forma de N:
No entenderéis nada de lo que digo
aunque os lo grite, u os o lo deletree.
Peor para vosotros, yo me río.
Porque me río, ¿hace falta dar más detalles?
Porque sí, porque estoy contenta
y nada me parece tan trascendente
Estar lejos es estar en ninguna parte
“Lejos” pone en mi billete,
y mi maleta va cargada de secretos.
En el bolso, con mi pasaporte,
he guardado tu voz , azul, cristalina y redonda,
brillante canica de sonidos silenciados.
En volandas me han llevado los momentos,
secuestrada por las circunstancias,
a la gris estación de las despedidas,
donde los viajeros se deshilachan
en jirones de sombras pasajeras.
Las ondas expansivas
de los besos de nuestros adioses
me destrozan las entrañas.
Soy sólo una bolsa de retales de palabras,
un mar de líquidos derramados
que luchan por salirse por mis cuencas,
un abrazo sin un cuerpo al que agarrarse..
Si la alfombra roja del regreso
se despliega suavemente hasta tu puerta
-como lengua que se despereza,
o canción que muere lenta en un piano-
no te extrañes si golpeo suavemente:
no quisiera despertarte tan deprisa
que te encontraras ante mí desnudo,
anudándote la sorpresa a la cintura,
en súbito ataque de falso pudor.
Compraré muchos recuerdos nuevos
para darles de jugar a los leones
el día que por fin vuelva:
que nos dejen encontrarnos,
sin zarpazos que nos desenreden
Todo lo que existe lleva impresa una fecha.
Al menos, una...
Las idas arrastran a las venidas
en pesadas maletas blancas sin ruedas,
dejando surcos en el pasado
que seguir, tal vez, para llegar al mañana
y mi maleta va cargada de secretos.
En el bolso, con mi pasaporte,
he guardado tu voz , azul, cristalina y redonda,
brillante canica de sonidos silenciados.
En volandas me han llevado los momentos,
secuestrada por las circunstancias,
a la gris estación de las despedidas,
donde los viajeros se deshilachan
en jirones de sombras pasajeras.
Las ondas expansivas
de los besos de nuestros adioses
me destrozan las entrañas.
Soy sólo una bolsa de retales de palabras,
un mar de líquidos derramados
que luchan por salirse por mis cuencas,
un abrazo sin un cuerpo al que agarrarse..
Si la alfombra roja del regreso
se despliega suavemente hasta tu puerta
-como lengua que se despereza,
o canción que muere lenta en un piano-
no te extrañes si golpeo suavemente:
no quisiera despertarte tan deprisa
que te encontraras ante mí desnudo,
anudándote la sorpresa a la cintura,
en súbito ataque de falso pudor.
Compraré muchos recuerdos nuevos
para darles de jugar a los leones
el día que por fin vuelva:
que nos dejen encontrarnos,
sin zarpazos que nos desenreden
Todo lo que existe lleva impresa una fecha.
Al menos, una...
Las idas arrastran a las venidas
en pesadas maletas blancas sin ruedas,
dejando surcos en el pasado
que seguir, tal vez, para llegar al mañana
En la mañana
En la mañana,
cucharillas con ruido de cascabeles
tintineando a mis espaldas.
Repiten los ecos del timbre de alarma
que saltó al escuchar de nuevo tu nombre
sin esperarlo.
Casual coincidencia de nombres que conviven
en universos disjuntos,
sin conexión aparente.
Tañidos de bronce en el aire crudo,
extrañado en la cadencia
que recibe de los labios.
Cristal de copas chocando, con las proas
encajadas en la nieve
que el sol no pulveriza.
Silencio, irreflexivo,
deslizado sin querer entre dos versos,
a vuelapluma, escritos sin pensarlo.
cucharillas con ruido de cascabeles
tintineando a mis espaldas.
Repiten los ecos del timbre de alarma
que saltó al escuchar de nuevo tu nombre
sin esperarlo.
Casual coincidencia de nombres que conviven
en universos disjuntos,
sin conexión aparente.
Tañidos de bronce en el aire crudo,
extrañado en la cadencia
que recibe de los labios.
Cristal de copas chocando, con las proas
encajadas en la nieve
que el sol no pulveriza.
Silencio, irreflexivo,
deslizado sin querer entre dos versos,
a vuelapluma, escritos sin pensarlo.
Buscando tontamente una rima
Rima, rima
down the lake
el poeta
down the lake
en su balsa
down the lake
aguas quietas
down the lake
repetidas
down the lake
yo y mi rima
down the lake
rema, rema,
down the lake
rima, rima,
down the river.
Cruzada
Me envuelvo en cruzadas imposibles
como en toallas de piel arisca.
Bailando entre esos cables pelados
me sumerjo, no sin miedo,
entre las chispas que besan mi cuerpo
y el remolino de inocuos vacíos
que las amotinan.
La venganza no tiene por qué alcanzarme:
vengo en son de paz, inagotables
mis ansias de ganar esta guerra
contra todo lo malo
lo repetitivo
lo constante
el dolor que te flagela,
aquello que puede dañarte.
Vengo en son de paz, muestro las palmas
luminosas y vacías a tus ojos.
Son ellos los que, llenos de arañazos
y lágrimas de sólida sangre,
luchan siempre por mirarlo todo en negro
y mi paso junto a ti como un peligro.
como en toallas de piel arisca.
Bailando entre esos cables pelados
me sumerjo, no sin miedo,
entre las chispas que besan mi cuerpo
y el remolino de inocuos vacíos
que las amotinan.
La venganza no tiene por qué alcanzarme:
vengo en son de paz, inagotables
mis ansias de ganar esta guerra
contra todo lo malo
lo repetitivo
lo constante
el dolor que te flagela,
aquello que puede dañarte.
Vengo en son de paz, muestro las palmas
luminosas y vacías a tus ojos.
Son ellos los que, llenos de arañazos
y lágrimas de sólida sangre,
luchan siempre por mirarlo todo en negro
y mi paso junto a ti como un peligro.
El reloj acosador
El reloj acosador
me persigue con sus manecillas
erectas, buscando pillarme desprevenida.
Como un exhibicionista, en cada rincón,
en cada pantalla,
me recuerda su presencia, por sorpresa.
Y me niego a mirarlo...
Pero ese tic me persigue.
Pero ese tac me acorrala.
Y cuando al fin me duermo, rendida
de tanto escapar de su rítmico acoso,
él me atrapa, -tic-tac- jadeante
con su lujuria de íncubo matemático.
Sus dedos dibujan arañas
de arrugas sobre mi cuerpo,
su lengua absorbe el color
de los tintes de mi pelo,
dejando mi mente en blanco
tanto como mis cabellos.
Y toda la tierra que piso
se me vuelve torbellino
dentro del reloj de arena
que estalla a diario sobre mis muebles
en polvo infinito de segundos muertos.
Árboles (Men in Trees 1)
Trepar a los árboles siempre nos causaba ese efecto de sentir tanta energía como nunca antes. Cada vez. Era una mezcla de pura alegría y placer morboso, el del terror desencadenado por la sorda y persistente idea de que alguien podía verte encaramado a las ramas y contárselo a tus padres. O, peor aún -más morbo todavía- quizá te haría bajar a pedradas o de un perdigonazo- la gente de campo, la de verdad, no se anda con chiquitas cuando se trata de defender su territorio.
Pero no nos importaban nada ni los castigos, ni el daño real que pudiera resultar de la aventura. Los árboles estaban allí, y esa era razón suficiente y justificada para que nosotros los escaláramos. Y el reto, claro. Saber que habíamos subido al árbol más arriba, más deprisa o con menos miedo que los otros. El auténtico juego era esa competición más bien desleal y egoísta. Porque la mayoría de las veces, los puntapiés y los manotazos eliminaban físicamente a nuestros adversarios, tanto amigos como enemigos, y de tanto en tanto conseguíamos el premio gordo: llegar a la cima, en contra de todas las normas y de todos los rivales, ser esta vez los mejores. Mirar al mundo desde arriba, temblando los brazos y las piernas por el esfuerzo y el placer. Estirar una mano de uñas sucias para casi, casi, tocar el cielo. Bajar del árbol con ramitas en los cabellos y arañazos en el cuerpo, satisfechos de nuestra nueva aunque efímera hazaña.
Al crecer, dejamos de trepar a esas ramas, y comenzamos a doblarnos dentro de los coches y a estirarnos dentro de las mujeres. Otro ejercicio, una nueva pero sin embargo vagamente familiar competición , no exenta de morbo.
El peligro de ser corridos a pedradas o a perdigonazos persisitía, así como la rivalidad de ser el primero en tocar el cielo, y dejar atrás a todos los demás. Pero ahora la antigua sensación venía aderezada con la posibilidad, al final, de correr-nos más que cuando éramos chicos.
En el fondo, no habíamos crecido, el juego era siempre el mismo. Y sin remedio, nos prestábamos a jugarlo una y otra vez, como lemmings arrastrados en masa hacia los acantilados, que, simplemente, se limitaban a estar ahí para nosotros.
Aquella tarde, Joanne Liebermore se había prestado, tal vez sin mucho conocimiento de ello, a ejercer de meta de la carrera de la noche. La camioneta de mi padre brincaba de alegría con sólo pensarlo, mientras ella acariciaba los mandos de la vieja radio, buscando su emisora favorita, y consiguiendo excitar más aún a la vieja máquina.
El crepúsculo avanzaba como una manta sobre la hierba seca, y en los arcenes se desperezaban los insectos nocturnos, planeando salir a hacernos compañía bajo los árboles resabiados de la niñez, sus copas solitarias y ahora abandonadas por nuestros deseos, que andaban en busca de aventuras más terrenales
Borrón y cuenta nueva
No quisiera ser ese borrón
al margen hostil de una historia siniestrada,
caída desde un barranco confuso
que no sabe a qué atenerse,
ni como pararla.
Desdoblaré la página marcada
como si fuera un ala al punto de vuelo,
elevando el triángulo hendido
en pirámide de fino trazo,
acariciada sin más por mis dedos.
No quisiera ser ese lamento
que desiste de cambiar de dirección
cuando las zanjas no respetan su paso recto
y lo empujan por zigzags desgarradores.
Silbando, me alejaré de unos bordes
afilados y rotos como llantos
de mujer despechada, sabiendo de sobras que el rumbo
que el viento me marca es más que acertado.
Sin mirar abajo.
Desearía no ser el borrón,
la cuenta nueva de tu cinto blanco
de mil estrellas, el comedor
de beneficencia de una boca desnuda
de misterios,
de promesas.
al margen hostil de una historia siniestrada,
caída desde un barranco confuso
que no sabe a qué atenerse,
ni como pararla.
Desdoblaré la página marcada
como si fuera un ala al punto de vuelo,
elevando el triángulo hendido
en pirámide de fino trazo,
acariciada sin más por mis dedos.
No quisiera ser ese lamento
que desiste de cambiar de dirección
cuando las zanjas no respetan su paso recto
y lo empujan por zigzags desgarradores.
Silbando, me alejaré de unos bordes
afilados y rotos como llantos
de mujer despechada, sabiendo de sobras que el rumbo
que el viento me marca es más que acertado.
Sin mirar abajo.
Desearía no ser el borrón,
la cuenta nueva de tu cinto blanco
de mil estrellas, el comedor
de beneficencia de una boca desnuda
de misterios,
de promesas.
Playa Refugio
Un cuerpo blanco y de suaves vacíos,
un refugio en la tormenta, allí se ofrece
de par en par a tus labios
Pretendes ocultarte a ti mismo ese alivio
incontinente, que te brota sin quererlo
por los poros, aceitunado y rebelde.
Y te encaramas sin dudarlo a esas cornisas
curvas, resbaladizas, ajustando
tu peso al latido
recortado, bestial, del oleaje.
Al llegar a sus costas gratuítas
y preciadas, recuerda: eres tan sólo otro náufrago,
y la playa esta maldita, pero llena
de puntos dorados, la millonésima parte
de esa roca
que no te lastra ya, pesada, desde el pecho.
Y te sientes a salvo en Playa Refugio,
el balneario para el reposo
temporal , del infeliz
que no sabe rescatarse de sí mismo.
un refugio en la tormenta, allí se ofrece
de par en par a tus labios
Pretendes ocultarte a ti mismo ese alivio
incontinente, que te brota sin quererlo
por los poros, aceitunado y rebelde.
Y te encaramas sin dudarlo a esas cornisas
curvas, resbaladizas, ajustando
tu peso al latido
recortado, bestial, del oleaje.
Al llegar a sus costas gratuítas
y preciadas, recuerda: eres tan sólo otro náufrago,
y la playa esta maldita, pero llena
de puntos dorados, la millonésima parte
de esa roca
que no te lastra ya, pesada, desde el pecho.
Y te sientes a salvo en Playa Refugio,
el balneario para el reposo
temporal , del infeliz
que no sabe rescatarse de sí mismo.
Brevísima no-historia de una persona
Basado en hechos irreales
Había una vez una persona que se encontraba perdida en el huracán de una vida que le resultaba tan extraña como irreal. Aunque todos los demás le dijeran que eso era lo normal, que no era cuestión de perderse en fantasías. Trabajar, dormir, ir al dentista, comprar leche y aceitunas...Eso era, según todos los sabios teóricos, vivir.
Pero esa persona enloqueció. No fue de repente, no. De manera fortuíta, una ventana comenzó, despacito, a abrirse para ella, mostrándole mundos asombrosamente complejos, inimaginables para los demás.
Y ella miró por la ventana abierta sin atreverse a cruzarla sin más o a buscar una puerta por la que entrar a explorar toda esa maravilla.
Hasta que una mano la agarró de los cabellos y la arrastró por un diminuto agujero de la pared. Tuvo que comprimirse, hacerse pequeña y flexible, romper unos cuantos huesos para poder pasar por ese canal tan estrecho. Pero la mano no la soltaba...
No fue cosa de un breve momento, no. Llevó su tiempo y a veces creyó sentirse atorada para siempre por todo ese volumen que se veía obligada a disminuír a la fuerza.
Un día, sólo quedó ya uno de sus pies, colgando del borde interno de la realidad, agitando los dedos en el aire, en gesto de despedida. Y un poco de sangre chorreando de los bordes de ese agujero, que no habían sido pensados para ser rozados por la piel desnuda e indefensa, y eran, por lo tanto, irregulares e hirientes.
Desapareció. Nadie más supo de ella. El agujero se cerró para siempre.
Toda esa gente que trabajaba, dormía, iba al dentista y compraba leche y aceitunas, la dio por perdida, sin mucho más que un pensamiento ocasional y un pestañeo fugaz de sus dormidas inconsciencias.
Había una vez una persona que se encontraba perdida en el huracán de una vida que le resultaba tan extraña como irreal. Aunque todos los demás le dijeran que eso era lo normal, que no era cuestión de perderse en fantasías. Trabajar, dormir, ir al dentista, comprar leche y aceitunas...Eso era, según todos los sabios teóricos, vivir.
Pero esa persona enloqueció. No fue de repente, no. De manera fortuíta, una ventana comenzó, despacito, a abrirse para ella, mostrándole mundos asombrosamente complejos, inimaginables para los demás.
Y ella miró por la ventana abierta sin atreverse a cruzarla sin más o a buscar una puerta por la que entrar a explorar toda esa maravilla.
Hasta que una mano la agarró de los cabellos y la arrastró por un diminuto agujero de la pared. Tuvo que comprimirse, hacerse pequeña y flexible, romper unos cuantos huesos para poder pasar por ese canal tan estrecho. Pero la mano no la soltaba...
No fue cosa de un breve momento, no. Llevó su tiempo y a veces creyó sentirse atorada para siempre por todo ese volumen que se veía obligada a disminuír a la fuerza.
Un día, sólo quedó ya uno de sus pies, colgando del borde interno de la realidad, agitando los dedos en el aire, en gesto de despedida. Y un poco de sangre chorreando de los bordes de ese agujero, que no habían sido pensados para ser rozados por la piel desnuda e indefensa, y eran, por lo tanto, irregulares e hirientes.
Desapareció. Nadie más supo de ella. El agujero se cerró para siempre.
Toda esa gente que trabajaba, dormía, iba al dentista y compraba leche y aceitunas, la dio por perdida, sin mucho más que un pensamiento ocasional y un pestañeo fugaz de sus dormidas inconsciencias.
Las víctimas de sucesos improbables
Las víctimas de sucesos improbables
Compartimos ese je ne sais quoi
¿o será je ne sais pas?
(Y perdonadme que hable francés hoy,
no me he lavado bien la boca tras comerme una crêpe,
y algún que otro evento
francófono
de difícil trazado)
Las víctimas, pues, de sucesos improbables
compartimos la victoria
sobre la propia
incredulidad, al ver
materializarse
objetos y eventos extraños,
sin dimensión conocida,
frente a nuestras
caras
atolondradas, las víctimas
de sucesos improbables
recogemos
en el paladar las lenguas
ateridas
por el frío acusador, las víctimas
de sucesos improbables
compartimos
minutos
de silencio y
frases mal concordadas;
apenas nos hablamos ya, ¿para qué?
si llevamos todo escrito
debajo de las pestañas, se transparenta
en
cada
parpadeo
involuntario, las víctimas
de sucesos improbables
desafiamos
la realidad a cada paso,
sabiendo
qe no vamos a ser creídas,
recordando
no hacer ningún comentario,
mintiendo
por no perder la razón
que nos damos
como a los locos, por mostrarnos
desesperadamente
consistentes
e infelices.
Un día, encontre un gran libro
enterrado profundamente en el suelo.
Lo abrí, pero todas las páginas estaban en blanco.
Entonces, para mi sorpresa, comenzó
a escribirse a sí mismo:
"Un día, encontré un gran libro..."
Compartimos ese je ne sais quoi
¿o será je ne sais pas?
(Y perdonadme que hable francés hoy,
no me he lavado bien la boca tras comerme una crêpe,
y algún que otro evento
francófono
de difícil trazado)
Las víctimas, pues, de sucesos improbables
compartimos la victoria
sobre la propia
incredulidad, al ver
materializarse
objetos y eventos extraños,
sin dimensión conocida,
frente a nuestras
caras
atolondradas, las víctimas
de sucesos improbables
recogemos
en el paladar las lenguas
ateridas
por el frío acusador, las víctimas
de sucesos improbables
compartimos
minutos
de silencio y
frases mal concordadas;
apenas nos hablamos ya, ¿para qué?
si llevamos todo escrito
debajo de las pestañas, se transparenta
en
cada
parpadeo
involuntario, las víctimas
de sucesos improbables
desafiamos
la realidad a cada paso,
sabiendo
qe no vamos a ser creídas,
recordando
no hacer ningún comentario,
mintiendo
por no perder la razón
que nos damos
como a los locos, por mostrarnos
desesperadamente
consistentes
e infelices.
Un día, encontre un gran libro
enterrado profundamente en el suelo.
Lo abrí, pero todas las páginas estaban en blanco.
Entonces, para mi sorpresa, comenzó
a escribirse a sí mismo:
"Un día, encontré un gran libro..."
El enano. ("Freaks" revisited).
Las mejores esencias vienen en frascos pequeños. Eso dicen.
En el circo las esencias son una mezcla de serrín sudado y bosta de cuadrúpedos.
Por eso, mi esencia aquí se resume en una máscara de maquillaje graso y pegajoso, en una nariz de plástico como una seta venenosa y en dar saltitos y hacer estupideces detrás, encima y a veces debajo de los payasos.
No todos los de mi tamaño acabamos así. Los hay "normales". Yo no puedo serlo. No lo soy. Mi deformidad está en el interior. En mi pequeño frasco de maldad, ese que guardo dentro, que sólo abro cuando nadie me ve. Y apesta.
Nadie sabe lo que odio a esa zorra. La trapecista estrella. Esa que se ríe de mí, que me mira con tanto desprecio como si supiera realmente el monstruo que soy.
Se cree la princesa Blancanieves. Me trata como a un enano. Cosa que soy. Pero no como a un hombre. Cosa que yo creía que era.
Es tan hermosa como una pluma de cisne. Cuando se eleva, todo en mí se eleva con ella.
Cuando baja al suelo, 100 toneladas de desdén me aplastan bajo sus pies delicados.
Hace unos días, embrujada por su belleza, una de mis manos escapó de mí y rozó su espalda desnuda.
Su cara al volverse a mirarme “¿qué crees que haces, desgraciado?” Su risa diabólica, “chicos, el pedo de mono este se cree que me gusta o algo. ¿dónde está el insecticida, para acabar con el hombre-pulga?” Y más risas. Y más.
Esta noche, he creado una piedra filosofal propia, pero no para conseguir oro.
Esta noche, la pluma se convertirá en plomo. Mi frasco de maldad se ha abierto, y se derramará con su sangre.
Sólo hizo falta una pequeña sierra en mi pequeña mano. Los trapecios no son difíciles de sabotear.
Esta noche, habrá un monstruo menos en el circo.
A veces no importa el tamaño del frasco, los venenos más potentes se administran en dosis pequeñas, pero certeras, como la venganza.
En el circo las esencias son una mezcla de serrín sudado y bosta de cuadrúpedos.
Por eso, mi esencia aquí se resume en una máscara de maquillaje graso y pegajoso, en una nariz de plástico como una seta venenosa y en dar saltitos y hacer estupideces detrás, encima y a veces debajo de los payasos.
No todos los de mi tamaño acabamos así. Los hay "normales". Yo no puedo serlo. No lo soy. Mi deformidad está en el interior. En mi pequeño frasco de maldad, ese que guardo dentro, que sólo abro cuando nadie me ve. Y apesta.
Nadie sabe lo que odio a esa zorra. La trapecista estrella. Esa que se ríe de mí, que me mira con tanto desprecio como si supiera realmente el monstruo que soy.
Se cree la princesa Blancanieves. Me trata como a un enano. Cosa que soy. Pero no como a un hombre. Cosa que yo creía que era.
Es tan hermosa como una pluma de cisne. Cuando se eleva, todo en mí se eleva con ella.
Cuando baja al suelo, 100 toneladas de desdén me aplastan bajo sus pies delicados.
Hace unos días, embrujada por su belleza, una de mis manos escapó de mí y rozó su espalda desnuda.
Su cara al volverse a mirarme “¿qué crees que haces, desgraciado?” Su risa diabólica, “chicos, el pedo de mono este se cree que me gusta o algo. ¿dónde está el insecticida, para acabar con el hombre-pulga?” Y más risas. Y más.
Esta noche, he creado una piedra filosofal propia, pero no para conseguir oro.
Esta noche, la pluma se convertirá en plomo. Mi frasco de maldad se ha abierto, y se derramará con su sangre.
Sólo hizo falta una pequeña sierra en mi pequeña mano. Los trapecios no son difíciles de sabotear.
Esta noche, habrá un monstruo menos en el circo.
A veces no importa el tamaño del frasco, los venenos más potentes se administran en dosis pequeñas, pero certeras, como la venganza.
Dragón de Hielo
Para Alguien en particular. Quiero que sepas que la llave de salida del país de las pesadillas, el calor suficiente para derretir al dragón, están en tí y sólo en tí. Pero que también tienes en quien apoyarte, si lo necesitas.
Eres un dragón.
Te plantas a la puerta de la guarida...y cariñosamente me impides salir.
Me ofreces oro y otras lindezas...pero nada de sol y de calor.
Eres un dragón de hielo, y yo no tengo la fuerza de poderte derretir.
Porque me quieres....me quieres mucho.
Porque me quieres... tener prisionera.
Y yo, asfixiada por el peso de tus toneladas de amor, tus toneladas de oro, tus toneladas de carne en glaciación
y sin una margarita que deshojar para saber si llegará un nuevo día,
me voy haciendo de hielo, de cristal de roca, de tallos de estalagmita en flor,
petrificada en el hueco de tu amoroso abrazo.
Casi romántico.
Si fueras azul, y no
rosa palo y bermellón, blanco, negro y amarillo,
combinarías mejor con las cortinas,
destacarían más los rodapiés.
Pero eres tan sólo tú, tan
imperfecto como adorable, te colgaría
como a un cuadro de la pared, a pesar de esas
manchas de carmín podrido, algas
resecas y vómito incontrolado.
Y si fueras otro, te cambiaría
por ti, no podría acostumbrarme
y perder de vista esa imperfección
tan familiar
que tanto y tan bien me fascina.
rosa palo y bermellón, blanco, negro y amarillo,
combinarías mejor con las cortinas,
destacarían más los rodapiés.
Pero eres tan sólo tú, tan
imperfecto como adorable, te colgaría
como a un cuadro de la pared, a pesar de esas
manchas de carmín podrido, algas
resecas y vómito incontrolado.
Y si fueras otro, te cambiaría
por ti, no podría acostumbrarme
y perder de vista esa imperfección
tan familiar
que tanto y tan bien me fascina.
pequeñas tragedias
Pequeñas tragedias:
tanto, que no vale ya la pena
ni comentarlas,
nos asolan, desmenuzan
nuestras estrechas conciencias.
Enanas blancas y rojas
estallan
rotundas,
entre las cejas;
enanas negras golpean
nevando en enjambres
lúgubres,
plañideras:
esparcen nuestras cenizas
en el fiel cortejo fúnebre
que nos persigue
tras la tormenta.
Pequeñas tragedias, diminutas.
Devastadoras.
Imperceptibles.
Carentes
de trascendencia.
Tanto, que no vale ya la pena
publicitarlas
ni con una lágrima furtiva
que abandere nuestra pena.
*Wikipedia
Debido a que la evolución de las Enanas blancas dependen de cuestiones físicas, como la naturaleza de la materia oscura y la posibilidad de la evaporación de protones, que nunca ha sido observada y no se entiende la naturaleza de este fenómeno, no se puede determinar con exactitud el tiempo que necesitaría una enana blanca para convertirse en una enana negra
Se cree que las enanas rojas son el tipo más común que existe, pero que se ven muy pocas debido a su bajísima luminosidad.
Kitsch de recursos compartidos
Un crucifijo a pedales
que destella milagros, a razón
de la constante invariable de algún
sudor deportivo y venial, una sombra
a manivela, que sube y que baja, frente al golpe
concluyente
de la cortina bivalva, una
mandíbula a cuerda, que hay que poner en hora
para que nunca convenza a destiempo...
Los recursos compartidos:
misionero, político, esposa,
charlatán, prostituta, artista.
que destella milagros, a razón
de la constante invariable de algún
sudor deportivo y venial, una sombra
a manivela, que sube y que baja, frente al golpe
concluyente
de la cortina bivalva, una
mandíbula a cuerda, que hay que poner en hora
para que nunca convenza a destiempo...
Los recursos compartidos:
misionero, político, esposa,
charlatán, prostituta, artista.
Ascensores
Todos los ascensores
tenemos, por ley, instalado,
un botón que da la alarma
para casos de emergencia
o de sobrecarga.
Muchos, exhibimos al público
cerraduras o rendrijas
misteriosas y solemnes
para los niveles más privados,
accesibles sólo a unos pocos:
los escogidos.
La mayoría vivimos forrados de espejos
que devuelven, a los que cruzan las puertas
su mirada,
su reflejo a nuestros ojos.
Mordidas por las pintadas,
por los insultos gratuitos,
lucen las paredes, pieles
casi siempre malheridas.
Algunos ¿afortunados?
llevan dentro una melodía
constante y repetitiva
que los acompaña,
que los enloquece.
El resto, sólo silencio:
los ascensoristas pasaron de moda,
se quedaron en otro siglo,
dejándonos solos
a nuestra suerte.
Subimos, bajamos, entra la gente
limpiándose los pies contra nuestras lenguas,
apestando a Chanel y Eau de Sobac,
manchando la paz con sus charlas vacías.
Bajamos, subimos
pendientes,
siempre,
del finito cable que nos atrapa.
Subimos, bajamos...
Pulsar el botón de alarma
no es un escape posible.
lluvia
Necesito la lluvia
sobre mi cuerpo.
Lamiendo mi piel, con ternura,
con fiereza. Como espátula líquida,
gota a gota, imparable,
-hilo de agua a hilo de agua-
que te arranque de mí,
que me rescate...
Me muero por ese frescor
que me limpie, que me libere,
que me traspase...
Que corra desde mi nuca, en escalofríos,
que bañe mi cara
en suaves cascadas
centelleantes...
Necesito la lluvia
fresca, sobre mi cuerpo.
Que me abrace como un amante, deshecho
en perlas, rodando sobre mi:
un milagro en el desierto
de amargura de tu ausencia.
El agua que no cese.
Cayendo del cielo, brotando del aire, sin control, sin medida,
sin freno y sin quien la pare.
Tú ya te habrás ido, arrancado, disuelto...
yo quedaré por fin limpia, borracha de nadie.
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